Sigmun Freud

Sigmund Freud,
e
l psicoanálisis y el hombre como inconsciente

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En la reflexión acerca del hombre existe un planteamiento teórico imposible de eludir, es la propuesta psicoanalítica. Siempre lo humano, desde los griegos hasta hoy, se ha caracterizado por una búsqueda de sentido afirmado en grandes certezas. Hemos examinado o examinaremos varias de ellas: la certeza política, la certeza religiosa, la certeza económica, la certeza racional, la certeza ideal, la certeza moral. Es pues, búsqueda de dimensiones sólidas e inobjetables por medio de las cuales dar sentido al actuar cotidiano. Pero en la búsqueda de certezas encontramos pensadores de dinámica negativa, de dinámica crítica. Su labor filosófica no es fundar sino socavar para reconstruir. Vimos a Nietzsche, demoledor de la tradición filosófica occidental; a Marx, rebelde luchador de las clases populares-en contra del omnipotente capitalismo. A continuación damos un viraje hacia la dimensión psicológica del ser humano, y con Freud descubriremos que nuestra pretendida seguridad, nuestra falsa incontrovertibilidad racional, no son más que ilusiones. Freud (1856-1939), ingresó al mundo de la psicología siendo médico. Inicialmente este vienés compartió la preocupación por la cura de la histeria a través de la hipnosis, tal y como la practicaba la escuela de Charcot en París. Posteriormente establecería otro universo de experiencias que lo llevarían a la formulación del inconsciente y del método psicoanalítico. Sus obras más famosas son La interpretación de los sueños (1899) e Introducción al psicoanálisis (1917). Para Freud, el hombre está sometido a la determinación de su evolución psíquica, pero peor aún, está dominado por el inconsciente, fuerza imprevisible, incontrolable, causa de nuestros numerosos errores y también de nuestros –aparentemente- más honestos deseos y realizaciones. Presentamos las pistas de definición conceptual más obvias del análisis freudiano, resta examinar las complejas consecuencias que de ahí se derivan.

1. Niveles del psiquismo humano

El nivel más importante, según Freud, es el inconsciente. Por eso, presentamos brevemente los niveles conscientes y preconscientes y nos detendremos más en el inconsciente, describiendo sus rasgos fundamentales:

Nivel consciente: Es el nivel admitido por la psicología tradicional y se refiere a todo lo que el hombre sabe y conoce.

Nivel pre-consciente: Se refiere a todo lo que está latente en la persona humana y puede pasar al nivel consciente en cualquier momento. Hay una buena cantidad de realidades mentales, por ejemplo: memorias de experiencias particulares o de hechos particulares, de los cuales no somos continuamente conscientes, pero a lo que podemos evocar en la mente siempre que sea necesario.

Su existencia se manifiesta a través de los actos fallidos (hablar, escribir o hacer una cosa por otra, olvidos temporales de algo...). No resulta difícil descubrir detrás de ellos la existencia de otra intención, deseo, repulsa, etc.

Nivel inconsciente: Freud constató que la mayoría de las enfermedades nerviosas, como la histeria, son consecuencia de conflictos psíquicos inconscientes. En el fondo de estos conflictos hay casi siempre un deseo o recuerdo reprimido, que permanece activo en el inconsciente. Todo esto pone de relieve la existencia de una actividad de la que no somos conscientes, que influye en el psiquismo humano. El inconsciente es por naturaleza dinámico, esto es, ejerce activamente presiones e influencias sobre lo que la persona es y hace. Por ejemplo: hay deseos inconscientes que pueden inducir a alguien a hacer cosas que no puede explicar racionalmente a otras personas ni siquiera a sí mismo. La impermeabilidad es lo que diferencia al nivel inconsciente de los otros niveles. Este nivel es como una cámara cerrada herméticamente, que impide el paso de sus contenidos al pre-consciente y a la conciencia. Lo que impide el paso de los contenidos del inconsciente a los otros niveles es lo que Freud llama censura. Esta “censura” impide que salgan los contenidos del inconsciente prohibidos para la propia imagen o intolerables para la conciencia. Sólo el psicoanálisis, método descubierto por Freud, puede lograr que esos contenidos traspasen la barrera de la censura. Los sueños son expresión de esa actividad del inconsciente. En los sueños se expresan de forma simbólica algunas problemáticas psicológicas del inconsciente. Una actividad de la terapia psicoanalítica consiste en la paciente interpretación de los sueños con el fin de elaborar los contenidos inconscientes que más influyen en la vida del paciente.

2. Componentes de la personalidad

Freud introdujo en sus últimas exposiciones la teoría de la estructura tripartita de la personalidad: el Ello, el Yo y el Súper yo. Dicha estructura no se identifica con la división del inconsciente, preconsciente e inconsciente. Sin embargo, toma el nivel inconsciente como punto de partida para el desarrollo de esta teoría. Estos tres componentes tienen en común las siguientes características:

Son autónomas: Cada una tiene su propio objetivo y funcionamiento.

Son antagónicas: Tienen objetivos distintos y en conflicto.

Son interdependientes: Necesitan relacionarse unas con otras para no destruir la personalidad y funcionar “económicamente” de cara a la solución de los problemas reales.

EL ELLO

Este primer componente se caracteriza por ser la parte instintiva o pulsional de nuestra personalidad.

Los instintos son las fuerzas motivantes en el psiquismo humano tal; toda su “energía” proviene solamente de ellos. El ello funciona buscando el placer, es decir, la satisfacción inmediata y total de las pulsiones y tendencias que lo componen y descarga los impulsos ciegamente.

“El Ello no conoce juicio de valor alguno, no conoce el bien y el mal ni moral alguna. El factor económico o cuantitativo, íntimamente enlazado al principio del placer, rige todos los procesos... todo lo que el Ello contiene son cargas de instinto que demandan descarga” (S. Freud).

Freud sostuvo que puede distinguirse un número indeterminado de instintos. Sin embargo pensó que todos ellos podrían ser derivados de dos instintos básicos. Veamos someramente cada uno de estas pulsiones:

Sexualidad y agresividad (EROS Y TÁNATOS)

Sexualidad: abarca las tendencias constructivas y unitivas del hombre originadas por la energía sexual o instintos de vida, también denominados Eros (amor). Estos son las fuentes de desarrollo humano. Estos instintos sexuales pueden ser expansivos (un enamorado), o narcisistas (un esquizofrénico que se crea su propio mundo de autogratificación), o de conservación (seguridad, autoestima, perspectiva de protección para desarrollarse).

Agresividad: abarca las tendencias destructivas y disgregadoras del hombre, llamadas también instintos de muerte, o Thanatos. Tienden a la destrucción del mundo exterior y del propio Yo.

Por consiguiente, la presencia de estos dos instintos genera en el hombre, una división interna conflictiva. Esta conflictividad ayuda al hombre a su realización personal. La riqueza de instintos, al mismo tiempo crea una tensión, enriquece la personalidad, si se encauzan adecuadamente. La pobreza instintiva crea menos conflictos pero disminuye la posibilidad de realización personal.

“Uno de estos instintos, que trabaja silenciosamente en el fondo, perseguirá el fin de conducir a la muerte del ser vivo (como vuelta al estado inorgánico original); merecerían, por tanto, el nombre de instintos de muerte... Los otros serían los instintos sexuales o instintos de vida libidinosos (el Eros), mejor conocidos analíticamente, cuya intención sería formar con la sustancia viva unidades cada vez más amplias, conservar así la perduración de la vida y llevarla a unidades superiores”.

EL SÚPER YO

Este segundo componente se opone a lo instintivo, al ello, y se caracteriza por ser la instancia más propiamente humana; nos mueve hacia la superación y el deber, y representa la exigencia ética y el derecho de los demás. El súper yo tiene dos funciones: Indica a nuestro Yo las metas a conseguir y nos exige su cumplimiento. Nos prueba o nos reprueba según nos acerquemos a nos alejemos de la meta. Suele ser la instancia que censura, que califica bondad o maldad de algo.

“El súper yo es para nosotros la representación de todas las restricciones morales, el abogado de toda aspiración a un perfeccionamiento en suma: aquello que llamamos más elevado en la vida del hombre, se nos ha hecho psicológicamente aprehensible. Siendo en sí procedente de la influencia de los padres, educadores, etc...” (S. Freud).

El desacuerdo entre el ideal moral (súper yo) y la realidad (yo) genera en el hombre un sentimiento de culpabilidad, que aumentará en proporción a la rigidez del súper yo.

EL YO

La característica de este tercer componente es adaptar el psiquismo humano a la realidad, teniendo en cuenta los instintos (ello) y las exigencias morales. Desarrolla dos funciones: percibe la realidad a través de los sentidos. Responde, adaptándose a ella. Su producto es la acción eficaz en una situación convencional. El Yo funciona buscando lo posible y lo conveniente, lo útil y lo necesario, lo realista y lo lógico, intentando así conseguir el equilibrio y la racionalidad de la persona.

La persona sería la actividad en la cotidianidad de estas tres instancias:

Súper yo: Contiene las normas morales

Ello: Contiene los instintos

Yo: Está en contacto con la realidad

3. El desarrollo de la personalidad

El desarrollo y madurez de la personalidad depende de la evolución de los tres componentes psíquicos y de la maduración sexual-relacional del individuo. Veamos primero lo pertinente a las instancias de la personalidad:

DESARROLLO DEL ELLO

El Ello se basa en la herencia biológica y psíquica del niño. Se origina en el seno materno. El niño, cuando nace, es puro instinto. Su dinámica será la de satisfacerse y huir de lo restrictivo.

La evolución del Ello va a depender de la expresión espontánea del instinto, de las posibilidades familiares y culturales para satisfacer los impulsos y de los cauces capaces de sublimarlo y trasformarlo en fuerza creadora, artística, deportiva, etc. Cuando la cultura y la educación son muy represivas para el desarrollo del instinto, el Ello se atrofia, formándose una personalidad pobre sin emociones, sin afectos, sin ilusiones ni deseos profundos. De otra parte, la falta de cauces para los impulsos puede también generar una personalidad voluble y esclava del instinto, que puede degenerar en conductas perversas, antisociales o auto-destructivas.

EL DESARROLLO DEL YO

El yo se forma en los dos primeros años, mediante un proceso de adaptación a la realidad. El niño se acerca a su entorno guiado sólo por el Ello, es decir, de una forma incontrolada. Es la madre, con sus avisos y reprimendas y la misma realidad, con su propio límite, las que frenan su ávida impulsividad y le ayudan a adaptarse al mundo que le rodea.

Se comprende, por esto, que el Yo no pueda desarrollarse sin frustraciones. Es una tarea difícil que sólo será posible si se cumplen estas dos condiciones:

Que el yo acepte sus limitaciones, es decir, que comprenda que para vivir en relación con la realidad no puede realizar todo lo que le es posible. El yo crece no por la perpetua satisfacción de lo mismo, sino por afrontar y elaborar las frustraciones.

Que acepte y experimente vivamente lo gratificante de una buena relación con la realidad a pesar de la limitación que le impone.

EL DESARROLLO DEL SÚPER YO

Comienza su desarrollo al final del segundo año y se va configurando en sucesivas etapas, relacionadas con interiorización de las figuras paternas. Al final de este proceso el súper yo ha “internalizado” la moral, los ideales y las normas de los padres y de la sociedad, y continuamente anhela la perfección. El súper yo, desde esta situación trata de obligar al yo a lograr metas morales y no sólo metas realistas también obliga al Ello a reprimir o inhibir sus impulsos animales o instintivos.

1ª. fase (2 años): figura materna. El niño empieza a desplazarse y a recibir reprensiones, principalmente de la madre, que desatan su agresividad. El temor al castigo y el miedo a perder el afecto materno producen en el niño un conflicto interno. La salida de este conflicto estará en hacer suyas las prohibiciones: “No me lo prohíbe mi mamá, me lo prohíbo yo”, interiorizando así la figura materna.

2ª fase (4-5 años): figura paterna. La unión total madre - hijo de los dos primeros años es perturbada por la presencia del padre. En sus relaciones con la madre, el niño ve en el padre un rival (triángulo edípico), que le despierta celos y agresividad. Por otro lado, ve al padre como alguien más fuerte que él, pilar de la casa, a quien desea parecerse y de quien teme su castigo. Está tensión se resuelve, cuando el niño mismo se prohíbe a la madre. La figura paterna sale fortalecida, interiorizada como ley y como censura hasta de los deseos. Esto último reaviva el sentimiento de culpabilidad.

3ª fase (13 - 17 años): pubertad. El adolescente revive con fuerza los conflictos de la infancia; pero ya con el matiz de la identificación sexual y sociocultural; el adolescente se identifica con la figura paterna (con los profesores etc...) y la adolescente con la materna, a la vez que va asumiendo todas las funciones propias de su sexo y de su cultura. La falta de identificación con el propio sexo por no aceptar los papeles que le son propios, puede ser el origen de la homosexualidad. Un súper yo rígido da lugar a la culpabilidad neurótica, de la misma forma que la falta de la exigencia o de los modelos de identificación desmoronan la personalidad. El súper yo es maduro cuando, a la vez que censura, aprueba las metas alcanzadas.

ETAPAS PSICOSEXUALES

Freud afirmaba que los tres componentes de la personalidad se iban configurando con las primeras experiencias de la infancia, a medida que la persona atravesaba por una serie de etapas psicosexuales. Desarrollo también es en Freud, evolución en la experiencia sexual como experiencia relacional global, no simplemente genital, auncuando esta es la fundante. Durante estas etapas la energía del Ello se fija en determinadas zonas corporales: la boca, el ano, los genitales. Si en cualquiera de las etapas, se mima en demasía a los niños, o se les priva de afecto, el desarrollo se detiene en esa etapa y la personalidad adulta queda estancada allí donde la dificultad se fijó. Según Freud, la personalidad del adulto queda configurada primordialmente durante estas cuatro etapas:

Etapa oral: Durante esta etapa, que abarca aproximadamente los primeros 18 meses de vida, el niño fija principalmente su conducta en la boca: al comer, chupar y morder. Los niños súpermimados o frustrados en esta etapa, al llegar a adultos, pueden presentar rasgos de la personalidad oral: dependencia, pasividad y avidez.

Etapa anal: A lo largo del segundo año empieza el entrenamiento de esfínteres o el aprendizaje de “ir al baño”: los niños deben aprender a controlar por primera vez, sus impulsos naturales. Este hecho marca el inicio de la etapa anal. Si este entrenamiento es bastante severo y conflictivo, o si la eliminación de las heces fecales y orina es demasiado placentera, el individuo puede quedar fijado en la etapa anal, y posteriormente presentará una personalidad “anal”: desconfianza, terquedad, desorden y sadismo, o excesiva docilidad, excesivo orden y limpieza, demasiados escrúpulos.

Etapa fálica: En la etapa fálica (del tercero al quinto año de la vida) los niños descubren los genitales y se recrean en ellos. Sus fantasías se orientan en torno a los complejos de Edipo y de Electra (nombres de los personajes de la literatura griega que amaban en exceso al progenitor del sexo contrario y sentían gran rivalidad hacia el progenitor del mismo sexo). Freud creía que la resolución de estos complejos era fundamental para el desarrollo de la moralidad y la conducta apropiada a su papel sexual. Si no se resuelven adecuadamente, la persona puede rechazar el papel sexual socialmente sancionado y tornarse homosexual o lesbiana, o bien presentar conducta antisocial, perversa o inmoral.

Etapa genital: Al terminar la etapa fálica, Freud pensaba que ya estaba esencialmente formada la personalidad de los niños. Para él, lo siguientes siete años de vida no constituyen una etapa de grandes necesidades, ni cambios fundamentales en la personalidad. Al presentarse la pubertad, vuelven a presentarse los intereses sexuales como una renovación de la propia percepción corporal dado que el desarrollo hormonal ha favorecido la diferenciación de los rasgos de feminidad y virilidad. Durante la adolescencia y los primeros años de la vida adulta, que en términos generales coinciden con el período genital o etapa genital, los individuos se orientan hacia las relaciones interpersonales y empiezan a participar en las actividades de su cultura. Hasta este período han estado absortos en sus propios cuerpos y en la satisfacción de sus necesidades. En esta etapa nueva, como adolescentes, aprenden a establecer relaciones satisfactorias con las demás personas. Según Freud, una relación heterosexual madura es el punto que marca el comienzo de la madurez.

4. Mecanismos de defensa

¿Cómo reacciona el hombre frente a las frustraciones? Puede tener dos tipos de respuestas:

Unas van dirigidas directamente contra la misma frustración. Así: agresión, la huida. Esto tan primario suele acrecentar el nivel de conflicto y frustración. Otras reacciones tienden a proteger al yo, a responder parcialmente sin desgastarse o prolongar la crisis actual: son los llamados mecanismos de defensa. No van destinados a resolver el problema directamente, sino a defender al sujeto de la prolongación de la frustración o de la ansiedad. Son como analgésicos que, aunque no suprimen la causa, evitan el dolor y permiten continuar la vida normal hasta cuando el yo posea la fuerza necesaria para resolver las neurosis latentes que provocan tales esquemas de respuesta. Expondremos los más frecuentes:

Racionalización: El sujeto trata de demostrar que la conducta propia es “racional” y justificable, y por consiguiente merecedora de aprobación. Todo puede ser disculpable. (La consecuencia de un error personal es achacada a los otros, que me obligaron a equivocarme, “yo creía que él…”).

Represión: El sujeto reprime aquellos sentimientos y deseos que no puede satisfacer o le provocan ansiedad. (Pedro, acaricia a su hermano, reprimiendo sus celos que le aconsejan golpear).

Proyección: Consiste en culpar a otros de las dificultades propias o atribuirles los rasgos que consideremos indeseables en nosotros. (Un holgazán, atribuye la holgazanería a su compañero).

Identificación: Mediante este mecanismo, el sujeto intenta asemejarse a una persona o institución de gran reputación. (Los adolescentes se identifican con el cantante de moda o el artista famoso, el joven inmaduro habla y juzga como lo hace el amigo que más poder tiene en el grupo).

Regresión: Es el retroceso a un nivel anterior de desarrollo con respuestas menos maduras y aspiraciones menos altas. (Insatisfecha como está de su vida, Sara se recrea y sueña con la niñez feliz, el adulto estalla en ira cuando no le sale algo que intente resolver, hace una pataleta).

Negación: El yo se protege de la realidad desagradable negándose a percibirla. (Una esposa, abatida por la infidelidad de su esposo, proclama que todos son así, que eso no le importa, que no constituye ningún dolor en su vida).

Desplazamiento: El yo descarga los sentimientos reprimidos, generalmente hostiles, sobre objetos menos peligrosos que los que suscitaron las emociones. (El obrero que se siente oprimido por el capataz se refleja dando órdenes a un inferior o agrediendo-desquitándose con el inferior).

Friedrich Wilhelm Nietzsche




1. Introducción

La filosofía de Nietzsche: Introducción
1.La obra de Nietzsche no se deja tratar fácilmente de forma sistemática, pese a los intentos de algunos de sus estudiosos por hacerlo así. Su influencia se ha dejado sentir de forma dispar y, a veces, contradictoria, pero en todo caso no ha tenido un carácter uniforme: Nietzsche ha significado cosas distintas según sus distintos intérpretes. Su misma forma de expresión contribuye a ello, ya que al utilizar preferentemente el aforismo como vehículo de su pensamiento, el carácter metafórico del mismo se presta con frecuencia a distintas interpretaciones. Además, a menudo podemos encontrar en sus obras aforismos contradictorios entre sí, siendo difícil poder determinar cuál de ellos representa su "auténtica" posición sobre el tema tratado, si es que tiene algún sentido ese tipo de pregunta en el conjunto de la obra de Nietzsche.

2.La reacción de Marx (1818-1883) contra el idealismo le lleva a rechazar la identificación del sujeto con la conciencia y, manteniéndose dentro de la tradición filosófica que comienza con la modernidad -y que afirma la centralidad del sujeto en el filosofar-, termina por identificar ese sujeto con la acción, con la "praxis" (y más concretamente con la actividad productiva: es en su actividad productiva donde el hombre genera y constituye la realidad, la suya propia y la del mundo que objetivamente transforma y modifica).

3.Nietzsche dará un paso semejante, alejándose de la identificación del sujeto con la conciencia, pero en otra dirección: en lugar de la actividad productiva postulará la "vida" como factor en torno al que se constituye la realidad. El sujeto es, fundamentalmente vida, y no conciencia, pensamiento. El fenómeno vital pasa así a constituirse en el centro de la reflexión filosófica, ejerciendo una considerable influencia a finales del XIX y durante la primera mitad del siglo XX, aunque con distintas interpretaciones, como las de H. Bergson y Ortega y Gasset (racio-vitalismo), entre otros. Por lo que a Nietzsche respecta, la realidad es esencialmente contradictoria, pero interpretará esta contradicción de un modo distinto a como lo habían hecho Hegel (Idealismo) y Marx (materialismo histórico), siguiendo de un modo a veces literal la cosmovisión de Heráclito, aunque trasladada a la referencia de lo vital como único eje interpretativo válido.

4.La realidad está sometida al cambio, que está regulado por la lucha de elementos contrarios y abocada a una repetición infinita en el contexto de un ciclo cósmico que la conduce a un eterno retorno, en relación con el que todo alcanza su sentido. En esa lucha, la conciencia trata de fijar el movimiento, de anularlo, sustituyendo por conceptos el movimiento real de las cosas, sustituyendo lo vital por una representación de lo vital. Pero toda representación es falsa, en cuanto representación, por lo que la no-vida termina por sustituir a la vida, lo falso a lo verdadero. Recuperar la verdad, poner de manifiesto la radical prioridad de la vida sobre la conciencia será, en buena medida el proyecto nietzscheano.

2. La crítica de la tradición filosófica

Filosofía: la crítica de la metafísica y la moral
La filosofía de Nietzsche supondrá un enfrentamiento radical con buena parte de la tradición filosófica occidental, oponiéndose a su dogmatismo, cuya raíz sitúa en Sócrates, Platón y la filosofía cristiana. La distinción y oposición, realizada en sus primeras obras, entre lo apolíneo y lo dionisíaco, le llevará a desarrollar una original interpretación de la historia de la filosofía, según la cual el pensamiento se verá sometido a un alejamiento de la vida, a partir de la reflexión socrática, que le llevará a oponerse a ella, negándola mediante la invención de una realidad trascendente dotada de características de estabilidad e inmutabilidad, justo las contrarias de las que posee la única realidad que conocemos, contradictoria y cambiante.

a) La crítica de la metafísica. Nietzsche se opone al dualismo ontológico, fiel reflejo del dualismo platónico:

- este mundo, sensible e imperfecto
- el otro mundo, suprasensible y perfecto, fundamento de aquel.
Según tal concepción, la realidad queda escindida en dos ámbitos: una realidad suprasensible, estática e imperecedera, frente a una realidad cambiante, sensible, perecedera... que es el producto residual, "despreciable" de la anterior . Frente a este esquema ontológico reaccionará Nietzsche esgrimiendo tres objecciones.

1.- La infravaloración de la realidad sensible se debe a su mutabilidad, mientras que la razón humana opera con categorías inmutables (conceptos); pero el hecho de que la razón funcione con tales categorías no demuestra la "imperfección" ni la "dependencia" del mundo sensible, sino sólo la inadecuación de la razón para conocerlo... ¿Y si la razón no fuera la facultad adecuada para conocer el mundo?¿Es posible acceder de forma no racional al conocimiento del mundo? ¿Es la razón nuestra única posibilidad cognoscitiva?
2.- El mundo suprasensible no es más que una ilusión, una ficción, una fantasía construida como negación del mundo sensible, única realidad para nosotros.
3.- Recurrir a un mundo suprasensible lo interpreta, pues, como una reacción anti-vital, como una negación de la vida, (vida que está marcada por el sufrimiento tanto como por la alegría), como una venganza contra la naturaleza, propia de espíritus ruines que odian la vida, un producto del resentimiento contra la vida. Incapaces de aceptar un destino trágico, los hombres se rebelan contra esa vida que les aboca al sufrimiento y la niegan, convirtiéndola en un mero residuo de otra realidad, perfecta ésta, donde ahogan su resentimiento.
b)La crítica de la moral. Nietzsche acusa a la moral platónico- cristiana de antinatural por ir en contra de los instintos vitales. Su centro de gravedad no está en este mundo, sino en el más allá, en la realidad en sí, o en el mundo sobrenatural del cristianismo. Se trata de una moral trascendente que no gira en torno al hombre, sino en torno a Dios y que impone al hombre un rechazo de su naturaleza, una lucha constante contra sus impulsos vitales, por lo que significa un rechazo general de la vida, de la verdadera realidad del hombre, en favor de una ilusión generada por el resentimiento contra la vida. Tal moral es síntoma y expresión de la decadencia de la cultura occidental.

c) La crítica del conocimiento. Por lo que respecta a la explicación del conocimiento, la metafísica de tradición platónico-cristiana hace corresponder a una realidad inmutable un conocimiento y una verdad igualmente inmutables: el conocimiento conceptual. Pero el concepto, dice Nietzsche, no sirve para conocer la realidad tal y como es. El concepto tiene un valor representativo, pero siendo lo real un devenir, un cambio, no puede dejarse representar por algo como el concepto, cuya naturaleza consiste en representar la esencia, es decir, aquello que es inmutable, que no deviene, que no cambia, lo que permanece idéntico a sí mismo, ajeno al tiempo. El concepto no es más que un modo impropio de referirse a la realidad, un modo general y abstracto de captar la realidad y por ello, de alejarnos de lo singular y concreto, de alejarnos de la realidad. Lejos de ofrecernos el conocimiento de la realidad, el concepto nos la oculta.

c.1) El concepto no es más que una metáfora de la realidad, una representación general de una realidad que es individual. Prescinde, por tanto, de toda diferencia individual. Y la filosofía tradicional ha olvidado este carácter metafórico del concepto y ha pretendido encontrar en él no una simple generalización de las cosas, sino la "esencia", una supuesta realidad suprasensible de las cosas.

c.2) Nietzsche dirigirá también su atención al papel que ha jugado el lenguaje en la reflexión filosófica. Dada la íntima relación existente entre el pensamiento y el lenguaje que lo expresa, a medida que el valor de los conceptos es falsificado por la metafísica tradicional, queda también falsificado el valor de las palabras y el sentido en que se usan. De este modo el lenguaje contribuye decisiva y sutilmente a afianzar ese engaño metafísico acerca de la realidad. Recuperar el sentido de lo real exige, por lo tanto, recuperar simultáneamente el sentido, el valor de la palabra. De ahí el estilo aforístico de su obra.

d) La muerte de Dios. El análisis de la trayectoria del pensamiento y la cultura occidentales le llevará a Nietzsche a constatar la muerte de Dios. Dios había sido la brújula del hombre occidental. Pero el hombre ha ido matando a Dios sin darse cuenta, expulsándolo poco a poco de su pensamiento y de su cultura. Al descubrir la muerte de Dios el hombre queda desorientado, su vida pierde el sentido.
La muerte de Dios es, en realidad, la muerte del monoteísmo cristiano y de la metafísica dogmática, para quienes sólo hay un Dios y una verdad. Y el responsable de ello es el hombre. Al cobrar conciencia de ello el hombre sustituye a ese Dios y a esa verdad única por múltiples dioses y múltiples verdades, en un intento desesperado por salvar los valores asociados a esa imagen de Dios. Pese a ello, con la caída del Dios y de la metafísica tradicionales los valores asociados a ellos no pueden subsistir, no encuentran justificación trascendental alguna y, carentes de fundamentación, serán el blanco de las críticas más exacerbadas y negados como valores. El ateísmo conduce, pues, al nihilismo.

e) El nihilismo. El nihilismo es el proceso que sigue la conciencia del hombre occidental y que quedaría expresado en estos tres momentos:

1) El nihilismo como resultado de la negación de todos los valores vigentes: es el resultado de la duda y la desorientación.
2) El nihilismo como autoafirmación de esa negación inicial: es el momento de la reflexión de la razón.
3) El nihilismo como punto de partida de una nueva valoración: es el momento de la intuición, que queda expresada en la voluntad de poder, en quien se expresa a su vez el valor de la voluntad.
Esta es la base sobre la que ha de construirse, según Nietzsche, la nueva filosofía. El hombre provoca, en primer lugar, la muerte de Dios, sin apenas darse cuenta de ello. En segundo lugar, el hombre toma conciencia plena de la muerte de Dios y se reafirma en ella. En tercer lugar, y como consecuencia de todo lo anterior, el hombre se descubre a sí mismo como responsable de la muerte de Dios descubriendo, al mismo tiempo, el poder de la voluntad, e intuyendo la voluntad como máximo valor.

3. La nueva filosofía

La nueva Filosofía
1.Para Nietzsche la voluntad es la verdadera "esencia" de la realidad. La realidad no es más que la expresión de la voluntad: ser es querer (...ser). La realidad no es algo estático, permanente, inmutable; ni la consecuencia de algo estático, permanente, inmutable. Siendo el fruto de la voluntad ha de ser multiforme y cambiante, como aquella. La realidad es devenir, cambio, y no está sometida a otra determinación que a la de su propio querer. Y el querer de la voluntad, al igual que el de todo lo real, es un querer libre, que rechaza toda determinación ajena a su propio devenir. La voluntad, el querer, no se somete a lo querido, sino que se sobrepone a todos sus posibles objetos. No quiere "esto" o "lo otro", sino sólo su propio querer. Se trata de una voluntad libre y absoluta a la que Nietzsche denomina "voluntad de poder": es una voluntad vital, expansiva, dominante... una voluntad que se engendra a sí misma y que tiende a crecer hasta la omnipotencia.

2.A la nueva concepción de la realidad corresponde una nueva concepción de la verdad. La verdad no reside en el juicio, ni en la adecuación del intelecto con el objeto. Todos los juicios son falsos, en la medida que consisten en una "congelación" de un determinado aspecto de la realidad mediante el uso de conceptos. Siendo la realidad cambiante no podría dejarse encerrar por conceptos, que son estáticos, inmutables. Y siendo los conceptos la base de todos los juicios estos no pueden expresar ni captar la realidad, el devenir de lo real. Los conceptos no nos sirven para captar lo real, ni los juicios para expresar la verdad de lo real.

La verdad ha de ser un resultado de la intuición de lo real, de la captación directa de la realidad. Por ello, no podrá ser una verdad inmutable, y ni siquiera única, pues el mismo cambio de lo real no está exento de contradicciones.

3.En la medida en que la expresión de la verdad se realiza mediante el lenguaje éste se convierte en algo fundamental a la hora de hablar de la verdad. Nietzsche verá en el lenguaje una supeditación a los conceptos que hacen de él un instrumento poco útil para reflejar la verdad de los real, por lo que la construcción de un nuevo lenguaje será una de sus tareas prioritarias, buscando en la metáfora, en la alusión, en la ironía, elementos útiles para forzar el nuevo sentido de las palabras.

Frente al lenguaje de la razón, del concepto, propondrá el lenguaje de la imaginación, basado en la metáfora. Mientras que el lenguaje conceptual pretende ser un fiel reflejo de la realidad (quedando petrificada en él) el lenguaje metafórico respeta la pluriformidad y el movimiento de la realidad. El lenguaje conceptual es el de la lógica dogmática. El metafórico es el lenguaje del arte, de la vida, de la equivocidad, de la ambivalencia, de la belleza y, en definitiva, expresión de la libertad de la voluntad.

4.Todo ello conlleva un nuevo modo de entender el hombre, una nueva antropología. El hombre actual debe ser sustituido por el "superhombre", un hombre que haga de la afirmación de nuevos valores el eje de su vida. Lo único valioso que hay en el hombre actual es su carácter de "puente" hacia el superhombre. El tema del superhombre guarda una relación estricta con el de la muerte de Dios: el superhombre aparece cuando Dios es definitivamente expulsado del espacio que hasta entonces había usurpado, cubriendo el superhombre el vacío dejado por Dios. El hombre crea al superhombre al matar a Dios.

4.1Mientras que el hombre actual es un ser domesticado, el superhombre es un ser libre, superior, autónomo; un animal que posee sus propios instintos, los comprende y los desarrolla en la voluntad de poder. Para alcanzar este estadio el hombre actual ha de recorrer un camino largo y no exento de dificultades: ha de experimentar un triple metamorfosis de su espíritu: de camello (animal sumiso) ha de convertirse en león (símbolo de la negación de todos los valores) y de león en niño (símbolo del superhombre que, superando la sumisión del camello y la autosuficiencia del león conquista la auténtica libertad.)

5.Este hombre nuevo sólo será posible con una nueva moral que surgirá de la transmutación generalizada de todos los valores vigentes. Las nociones morales de "Bien" y "Mal" como puntos de referencia objetivos y opuestos quedan desbordados por la nueva realidad. Los viejos valores racionales y suprasensibles son sustituidos por valores vitales y sensibles. El superhombre defiende la desigualdad, la jerarquía, el cambio, el experimento y el riesgo frente a la igualdad, la seguridad, que serían valores propios de la moral del "rebaño", una moral de esclavos, representada fundamentalmente por el cristianismo.

5.1La moral tradicional, judeo-cristiana, es una moral de la "renuncia" y cuyos valores no se encuentran en esta vida, sino en otro mundo, en el verdadero, en el más allá. Esta moral se dirije contra los instintos vitales, ya que propone una evasión con respecto al hombre concreto y respecto al mundo real. En sus obras Nietzsche pretende analizar las raíces de las que brotan estos conceptos morales negativos. Realiza el análisis de lo moral entre los griegos y del giro que van sufriendo los conceptos morales en la dirección de alejarse de lo vital de lo que surgen, a partir de Sócratres y Platón. Si entre los primeros griegos la virtud era equivalente a la fuerza y "bueno" era el noble, el que despreciaba la debilidad y el miedo, a partir de Sócrates la virtud se convierte en renuncia a los placeres, pasiones, ambiciones, y el único bien que se admite es el de la "sabiduría". Con ello se inicia en Grecia la moral de "esclavos", gregaria y antivital.

5.2Esta nueva moral se basa fundamentalmente en valores estéticos y sensibles, dejando de lado todas las preocupaciones metafísicas propias de la moral cristiana tradicional. Asimismo defiende una posición extremadamente individualista, frente al gregarismo de las morales tradicionales.

Karl Marx


1. La génesis del marxismo

La obra de Marx contiene elementos que pertenecen a campos de la reflexión y la actividad considerados tradicionalmente como de orden diferente. Eso ha permitido tratar a Marx como un economista, como un filósofo, como un revolucionario, según los intereses de quien se acerca a sus obras, estableciendo una separación arbitraria en el comjunto de su pensamiento, que se ha prestado a diversas manipulaciones. Pese a ello, ha predominado entre sus estudiosos el afán por comprender su obra en conjunto, dado que el mismo Marx no estableció tales distinciones, y que utilizó elementos procedentes de un campo para aplicarlos a otro, extrayendo conclusiones que difícilmente pueden considerarse estrictamente económicas, filosóficas o políticas.

La triple influencia del pensamiento de Marx
1. Así, se ha convertido ya en un tópico tradicional presentar la obra de Marx como el resultado de una triple influencia: la de la filosofía hegeliana, asimilada en sus años de estudiante en Berlín; la de la economía política inglesa, en la que se inicia durante su primer exilio en París; y la del socialismo francés, con el que también entrará en contacto durante su primer exilio en París, (llamado posteriormente "socialismo utópico", por contraposición a su propia interpretación del socialismo, conocida como "socialismo científico"). Esta triple influencia se puede desglosar en los siguientes elementos:

a) De la filosofía hegeliana o, más bien, como resultado de su crítica del idealismo, tal como lo presentaba Hegel, (o sus seguidores, tanto de la derecha como de la izquierda hegeliana), conservará algunos conceptos que resultarán fundamentales en su pensamiento (especialmente las ideas de dialéctica y de historia como proceso orientado hacia un fin.)
b) Del "socialismo utópico" francés (Saint-Simon, Fourier, Proudhom) tomará las ideas socialistas y revolucionarias de su pensamiento político, como la idea de la lucha de clases.
c) De la economía política inglesa ( Adam Smith y David Ricardo), tomará las herramientas técnicas del análisis económico y sobre todo la idea del valor-trabajo como eje articulador de toda actividad productiva.
2. Se ha discutido el carácter y la permanencia de esta triple influencia en el conjunto de su obra. Los estudiosos del marxismo están de acuerdo, no obstante, en que no se puede reducir su pensamiento a un simple desarrollo de estos tres elementos, sino que el pensamiento de Marx va más allá de las implicaciones de cada uno de ellos tomado aisladamente, no pudiendo reducirse tampoco a una mera síntesis entre ellos; por el contrario, a partir de ellos Marx habría desarrollado un nuevo marco conceptual sobre el que acabaría construyendo su pensamiento: un pensamiento original, creativo, que ejercerá una influencia considerable en el desarrollo del pensamiento, (no sólo político y social, lo que resulta indudable), de la segunda mitad del siglo XIX y a lo largo de todo el siglo XX.

A) La crítica a la filosofía hegeliana
1. Marx rechazará la concepción hegeliana de la realidad, al considerar que la filosofía de Hegel suponía la afirmación de que todo lo real no era más que manifestación del Espíritu Absoluto, de la Idea, por lo que toda la realidad era reducida a idea, en última instancia. La naturaleza se presentaba, así, como un momento del desarrollo del Espíritu Absoluto, en el que lo ideal se niega en lo material, presentándose la materia como pura negatividad, una materia que debe reconciliarse con la idea para adquirir un status ontológico "positivo", pero que no por ello pierde su carácter ideal. La dialéctica hegeliana supone que, en el despliegue y desarrollo de la realidad, el sujeto y el objeto se oponen como momentos de ese mismo desarrollo, por lo que insiste en la afirmación de su carácter ideal, es decir, negando que puedan tener realidad independientemente el uno del otro.

2. Dado que la comprensión de esa mutua dependencia, simplificando la explicación hegeliana, es el resultado de la actividad racional, de la conciencia, donde se manifiesta como tal dependencia, Hegel entiende que es en el desarrollo de la conciencia donde se encuentra la clave para comprender y explicar la realidad como un movimiento que va desde la conciencia hacia la autoconciencia, por lo que, en última instancia, puede definir el Absoluto como "el pensamiento que se piensa a sí mismo", como realidad autopensante, como Espíritu. La realidad es concebida, pues, como pensamiento, como algo de carácter estrictamente racional, por lo que toda forma de realidad no puede ser sino mera expresión del pensamiento, del Espíritu.

"Así como la esencia, el objeto, aparece como esencia pensada, así el sujeto es siempre conciencia o autoconciencia; o mejor, el objeto aparece sólo como conciencia abstracta, el hombre sólo como autoconciencia; las diversas formas del extrañamiento que allí emergen son, por esto, sólo distintas formas de la conciencia y de la autoconciencia. Como la conciencia abstracta en sí (el objeto es concebido como tal) es simplemente un momento de diferenciación de la autoconciencia, así también surge como resultado del movimiento la identidad de la autoconciencia con la conciencia, el saber absoluto, el movimiento del pensamiento abstracto que no va ya hacia afuera, sino sólo dentro de si mismo; es decir, el resultado es la dialéctica del pensamiento puro". ( Marx, Manuscritos económico-filosóficos)
3. Marx rechazará esta concepción de la realidad como Espíritu Absoluto, al considerar que no es la conciencia, (el pensamiento), la esencia o elemento revelador y productor de la realidad, sino, por el contrario la actividad material el agente productor de la conciencia. Es cierto que la realidad es, para Hegel, lo Absoluto, la totalidad de lo real, pero también lo es que el Absoluto se concibe esencialmente como sujeto, como Espíritu, por lo que la relación que establece la filosofía hegeliana entre el ser y el pensar parece conducir a la tesis de que es el pensar el que determina y regula el ser de la realidad. Para Marx, por el contrario, es el ser el que determina el pensar, por lo que la conciencia se produce, pues, en el seno del desarrollo dialéctico de una realidad concebida como materia en movimiento.

4. Por otra parte, una de las consecuencias del idealismo hegeliano era la consideración de que la realidad social, política, está estructurada racionalmente, por lo que parecía justificar las formas del Estado y de la organización social de su época como el necesario y único orden posible de la realidad. La filosofía hegeliana se presenta, en efecto, como la exposición del sistema de la realidad, en el que todos los elementos encuentran su justificación y su sentido. Ahora bien, esa realidad social, en plena expansión del capitalismo, Marx la considera contraria a lo que una ordenación estrictamente racional podría sugerir, encontrando ahí otro motivo de rechazo a la filosofía hegeliana.

5. Por lo demás, para el idealismo, el ser humano es fundamentalmente espíritu, un espíritu cuya esencia se resuelve en su autoconciencia, concepción que deriva de una consideración puramente "abstracta" e irreal del ser humano. Para Marx, por el contrario, el ser humano no puede ser identificado con una esencia o "naturaleza" humana en general; el ser humano está siempre condicionado históricamente por las relaciones en que interviene con los demás seres humanos y con la naturaleza, por las exigencias del trabajo productivo: es un ente social, y socialmente determinado. Su "naturaleza" viene definida por las condiciones de la sociedad en la que se desarrolla su existencia. El idealismo es considerado, así, como un instrumento ideológico, al servicio de la burguesía, cuyo objetivo no es otro que el justificar las formas de explotación dominantes.

6. No obstante, Marx conservará de la filosofía hegeliana la idea de que la realidad es dialéctica, es decir, que no puede concebirse como un conjunto de objetos, sino como un conjunto de procesos, (lo que tanto Marx como Engels consideraban la dimensión positiva, revolucionaria, de la filosofía hegeliana), pero invirtiendo la dirección en que tal movimiento se produce. En la medida en que se conserva la idea de que la realidad es dialéctica, se mantendrá también la concepción del desarrollo de la realidad como historia: no como un mero conjunto o sucesión de hechos, sino como el resultado de la oposición de elementos contrarios que, superando sus antagonismos, la conducen a un mayor grado de perfección y desarrollo. La concepción materialista de la realidad, la dialéctica y la historicidad son elementos que se generan, pues, a raíz de la crítica de Marx al idealismo hegeliano.

7. La filosofía hegeliana se había bifurcado en dos corrientes, la derecha y la izquierda hegeliana, que tampoco escaparán a la crítica de Marx. La derecha hegeliana primaba la interpretación cristiana de Hegel, apoyándose en la filosofía de la religión, y adoptando una posición conservadora en las cuestiones sociales y políticas. La izquierda hegeliana, representada por Arnold Ruge, Bruno Bauer y Feuerbach, entre otros, primaba la interpretación crítica de la filosofía de la religión, partiendo de la crítica que Hegel había hecho del cristianismo, y adoptando posiciones renovadoras en lo político. Marx criticará a la derecha hegeliana su papel justificador de una sociedad plagada de desigualdades y limitaciones políticas, al desarrollar una filosofía que propone la aceptación de la historia y de su resultado final, el Estado alemán de la época, al que presenta como la realización suprema y acabada de la dialéctica de lo Absoluto.

8. Respecto a la izquierda hegeliana, pese a las simpatías iniciales por ella y a la amistad que mantuvo con algunos de sus representantes, Marx criticará su incapacidad para ir más allá de la crítica académica de la religión y la petición de algún derecho político, expresión de su idealismo revolucionario e ingenuo, crítica que será recogida en obras como "La sagrada familia" o "La ideología alemana". De Feuerbach, no obstante, le atraerá inicialmente su defensa del materialismo, pero le decepcionará que se trate de un materialismo mecanicista (olvidando, pues, la dialéctica), y que sus reflexiones se queden en un plano puramente teórico. Lo que Marx consideraba positivo en la filosofía hegeliana, la concepción dialéctica de la realidad, Feuerbach lo elimina de su discurso; y lo que Marx consideraba negativo, la consideración puramente teórica, abastracta, de la realidad, como algo que ocurre en y para la conciencia, Feuerbach lo conserva en su discurso.

9. Particular consideración le merece, no obstante, el estudio que Feuerbach hace de la alienación, del que partirá Marx para elaborar su propia concepción, que ocupará un lugar destacado en el conjunto de su pensamiento, especialmente acentuado por quienes ven en el marxismo un humanismo. El resultado de la crítica a la izquierda hegeliana se plasma en las breves "XI Tesis sobre Feuerbach", expresión de su ruptura definitiva con el idealismo hegeliano y el de sus epígonos, que deberá ser sustituido por una filosofía (si este término tiene ya algún sentido para Marx) de la "praxis".

B) La influencia del socialismo utópico francés
1. En cuanto a las ideas socialistas, debieron serle conocidas las referencias homéricas a la comunidad de vida y de bienes de los aqueos, así como los planteamientos comunistas de Platón en la República, de donde derivan otras utopías conocidas por toda persona culta de la época, especialmente las renacentistas. No obstante, no es de ellas de donde extrae Marx sus ideas socialistas, sino de las ideas socialistas generadas al amparo de la Revolución francesa, con las que entra en contacto por primera vez, probablemente, durante su relación con los Jóvenes Hegelianos, y por las que se sintió fuertemente atraído.

2. Las ideas que predominaban por aquel entonces eran las del conde de Saint-Simon y de Fourier, teñidas de romanticismo y recogidas en la literatura y poesía de la época. Junto a ideas en las que se destaca la importancia de la "industria" y el deseo de un estudio científico de la realidad social, así como el cooperativismo y la lucha contra las desigualdades sociales, se encontraban formulaciones visionarias y moralizantes, que provocarán el rechazo de Marx y la crítica de este socialismo "utópico" y alejado de un socialismo realista y científico. No obstante, será en su exilio en París, en 1843, cuando Marx entrará en contacto de una manera más intensa y directa con el socialismo utópico francés, a través del anarquista Proudhon y de Louis Blanc, dos de sus destacados líderes, pero con quienes entrará más tarde en conflicto, respondiendo, por ejemplo, a la obra de Proudhon "La filosofía de la miseria", con su conocida "La miseria de la filosofía", de 1847.

3. También en esa época conoce al anarquista Bakunin, del que se distanciará posteriormente, a medida que se va perfilando su rechazo del "socialismo utópico" y la formulación de su propio socialismo científico. No obstante, el rechazo de las desigualdades sociales, la necesidad de una revolución social y la idea de la lucha de clases, entre otras, pasarán a formar parte, reformuladas desde el socialismo científico, de su pensamiento.

C) La influencia de la economía política inglesa
1. También de la época de su primer exilio en París, en 1843, data el interés de Marx por la economía política inglesa, sumergiéndose en la obra de Adam Smith y Ricardo, lo que, sumado a su contacto con las ideas y actividades políticas de los socialistas, supondrá un nuevo giro de radicales consecuencias en su pensamiento. No es de extrañar este interés por la economía, ni puede ser considerado como algo súbito y desconectado de las anteriores reflexiones y actividades de Marx. Ya anteriormente había alabado a Hegel por haber visto, en la "Fenomenología del espíritu", que el ser humano es trabajo productor, actividad mediante la que transforma la naturaleza, y mediante la cual se realiza como tal, encaminándole al mismo tiempo hacia la libertad. Pero este trabajo, que realiza y libera al ser humano, al que se refiere Hegel es un trabajo ideal, abstracto: algo que se da sólo en y para la conciencia, como el resto de su filosofía.

2. La realidad del trabajo, sin embargo, es bien distinta. Marx entra en contacto con ella durante su actividad en la "Gaceta Renana", conociendo de primera mano los conflictos del proletariado y del campesinado, su situación real respecto al trabajo. Una realidad que vuelve a conocer de primera mano en su exilio en París, a través de sus contactos con el movimiento socialista francés. Lejos de permitir la realización y la libertad de los seres humanos, el trabajo real es fuente de alineación y de esclavitud. ¿Cómo es posible que la actividad productiva del ser humano, su propio trabajo, se convierta en fuente de alineación y esclavitud?

3. La necesidad de comprender, de estudiar el trabajo en la sociedad industrial se le impone como una prioridad. De ahí el interés por la economía política inglesa, representada fundamentalmente por Adam Smith y David Ricardo. Los economistas ingleses gozaban de un extenso pasado industrial, por lo que en sus estudios habían considerado ya el papel del trabajo en la actividad industrial, con más precisión y amplitud que la que se podría encontrar en el resto de economistas europeos.

4. Marx encontrará en la teoría del valor de David Ricardo el punto de partida para su propia teoría del trabajo. Según Ricardo, el valor del trabajo equivale a lo que cuesta renovar, regenerar, la capacidad de trabajo consumida. El patrón ha de pagar al trabajador, pues, lo necesario para que éste recupere sus fuerzas y esté en condiciones de seguir trabajando, lo que abocaba a los trabajadores a la percepción de salarios de estricta supervivencia. No parece haber ahí ningún elemento que permita explicar la generación de las desigualdades: el trabajo se presenta como una mercancía por la que se paga un precio (salario) que al trabajador le permite regenerarla por otra equivalente a la consumida.

5. Pero el trabajo, observa Marx, es una mercancía especial: su consumo no sólo satisface una necesidad (como hace cualquier otra mercancía) sino que, además, genera un producto que es superior a lo consumido, genera plusvalía. Al retribuir al trabajador, mediante el salario, lo necesario para recuperar su "fuerza de trabajo", esa plusvalía no se le restituye, sino que queda en manos del patrón. Y la acumulación de esas plusvalías es lo que da origen al capital. De ahí la producción de las desigualdades sociales, de la división en clases, de la conversión del trabajo en instrumento de alineación y esclavitud, en lugar de realización y libertad de los seres humanos. De ahí, también, la necesidad de profundizar en el estudio del trabajo y del capital, estudio al que progresivamente dedicará más tiempo, durante el resto de su vida, convencido de haber encontrado los elementos para dotar de una base científica a las pretensiones revolucionarias del proletariado.

6. Podemos decir, pues, que los principales elementos del pensamiento de Marx, (materialismo, dialéctica, praxis, eliminación de las desigualdades, lucha de clases, revolución comunista, trabajo, capital), se generan a raíz de una relación crítica con las influencias que recibe a través de la filosofía alemana, el socialismo utópico francés y la economía política inglesa y no, simplemente, que derivan "mecánicamente" de tales influencias.

2. Alienación e ideología

Es en los "Manuscritos económico-filosóficos" y en "La ideología alemana", escritas en 1844, la primera, y en 1845, la segunda, (ésta en colaboración con Engels), pero que no fueron publicadas hasta 1932, donde se encuentran los principales análisis de la naturaleza de la alineación del ser humano. El extrañamiento del sujeto en el proceso de su objetivación había sido ya estudiado por Hegel, pero será a raíz de la crítica de la noción de alineación mantenida por Feuerbach como irá perfilando Marx su propia interpretación de la naturaleza de la alineación en el ser humano.

La alienación en Feuerbach

1. Feuerbach plantea el problema de la alineación en su obra "La esencia del cristianismo", en el contexto de la explicación del origen y naturaleza de la religión. El ser humano no es el producto de los dioses, sino más bien lo contrario, los dioses son el producto de los seres humanos: la religión es una invención de los seres humanos, el resultado de aplicar atributos trascendentes al mundo conocido, al mundo material y sensible, la duplicación trascendentente de este mundo terrenal. Una vez creado ese mundo trascendente de la religión, se produce una extraña inversión, por la que se intercambian los papeles del creador y de la criatura, que da lugar a la alineación religiosa. En el caso del cristianismo, pues, resulta que no es Dios quien crea al ser humano, sino el ser humano quien crea a Dios. Ahora bien, una vez creado Dios, los seres humanos no lo ven como su propia imagen, sino que lo conciben como algo superior, hasta el punto de invertir completamente la relación de semejanza, creyéndose ellos imagen de Dios, y terminando por someterse a él. Pues bien, es en ese sometimiento en donde se consuma la alineación, la enajenación del ser humano, en la medida en que supone la pérdida de sí mismo, la renuncia a su propia naturaleza en favor de la de un ser ajeno. De este modo el ser humano se convierte en algo extraño para sí mismo, en un ser alienado. El producto de su objetivación se le impone como la verdadera y única realidad, a la que debe someterse, viéndose obligado a vivir "para otro".

La alienación en Marx

2. Pero esta noción de alienación, que Feuerbach restringía al ámbito religioso, Marx la extenderá a todas las esferas de la actividad humana, empezando por la actividad esencial del ser humano: la producción de bienes para la satisfacción de sus necesidades. Producir es la actividad esencial de los humanos, lo que los distingue de otras especies animales. Producir significa transformar la Naturaleza, y al transformar la Naturaleza el ser humano expresa su rasgo esencial. No se limita a tomar de la Naturaleza, sino que deliberadamente busca modificarla. De ahí que el trabajo sea el concepto fundamental para entender al ser humano. El trabajo, como actividad productiva libre, es la actividad en la que el ser humano expresa su humanidad, su verdadera naturaleza. Todo lo producido de esta forma -un vestido, una estatua, una casa- es la esencia de la vida humana convertida en un objeto físico y, por tanto externo al productor. En la sociedad industrial, el trabajador no controla el producto de su trabajo. El producto en el que se objetiva su trabajo no le pertenece, convirtiéndose así en algo extraño, ajeno al trabajador: su actividad transformadora no le pertenece, no es considerada como suya, sino que deviene propiedad de "otro". "El objeto que el trabajo produce, su producto, se enfrenta a él como un extraño, como un poder independiente del productor... el trabajador se relaciona con el producto de su trabajo como con un objeto extraño", dice Marx en los "Manuscritos económico-filosóficos". Además, en la medida en que el producto se convierte en una mercancía, el trabajo objetivado en él es tratado también como mercancía, por lo que el mismo sujeto productor, cuya actividad se halla objetivada en la cosa, en el objeto producido, se ve sometido a un proceso de reificación, de cosificación, mediante el que el termina por ser considerado simplemente como cosa, como mercancía.

"¿En qué consiste entonces la enajenación del trabajo? Primeramente en que el trabajo es externo al trabajador, es decir, no pertenece a su ser; en que en su trabajo, el trabajador no se afirma, sino que se niega; no se siente feliz, sino desgraciado; no desarrolla una libre energía física y espiritual, sino que mortifica su cuerpo, arruina su espíritu. Por eso el trabajador sólo se siente en sí fuera del trabajo, y en el trabajo, fuera de sí. Está en lo suyo cuando no trabaja y cuando trabaja no está en lo suyo. Su trabajo no es, así, voluntario, sino forzado, trabajo forzado. Por eso no es la satisfacción de una necesidad, sino solamente un medio para satisfacer las necesidades fuera del trabajo. Su carácter extraño se evidencia claramente en el hecho de que tan pronto como no existe una coacción física o de cualquier otro tipo se huye del trabajo como de la peste. El trabajo externo, el trabajo en que el hombre se enajena, es un trabajo de autosacrificio, de ascetismo" [ Marx, "Manuscritos económico-filosóficos" ]

3. El trabajo se convierte, pues, en una actividad alienada y alienante, cuando los seres humanos producen objetos sobre los cuales ya no ejercen ningún control, que no ponen de manifiesto su humanidad, ya que no resultan de su libre actividad, sino de una actividad que es "para otro", que ya no les pertenece porque le pertenece a quien haya pagado su salario, y de la son despojados. De esta manera es el capitalista el que, con la apropiación del producto, se apropia de la actividad de los demás, resultando para ellos una actividad enajenada, alienada. Además, el objeto producido se vuelve contra su creador, puesto que sirve para enriquecer al capitalista y aumentar su poder sobre el proletario. De este modo la actividad productiva se convierte en una actividad realizada bajo "dominación, coerción y el yugo de otro hombre". Los seres humanos en vez de relacionarse entre sí cooperativamente lo hacen competitivamente. El amor y la confianza mutua se ven reemplazadas por el comercio y el intercambio de y como mercancías. Los seres humanos no reconocen en el otro una naturaleza humana común: ven a los otros como instrumentos para satisfacer sus intereses egoístas. La humanidad, bajo la explotación del trabajo asalariado, aparece escindida, separada en dos partes que no reconocen su común humanidad.

4. La explotación del trabajador se produce por partida doble; en primer lugar, el capitalista lo explota al apropiarse de la materia prima y de los medios de producción, así como de la plusvalía producida por el trabajador; pero en segundo lugar, lo explota como mercancía, considerándolo un mero apéndice de la maquinaria, una pieza más del sistema de producción. En esta segunda forma de explotación, el trabajador pierde toda autonomía personal y toda posibilidad de encontrar satisfacción en el trabajo. El capital no sólo se apropia de la plusvalía sino que se convierte en una fuerza tangible que exprime la vida misma del trabajador y que mutila sus talentos: el trabajo, su propia actividad, se convierte en el medio de su esclavitud, de su alienación.

5. Pero la alienación no sólo se da en el terreno de la actividad productiva, del trabajo. Además de la alienación económica, estructural y radical en la sociedad capitalista, derivan de ella otras formas de alienación, como la social, (a través de la división de la sociedad en clases), la política (con la división entre la "sociedad civil" y el "Estado") de las que, a su vez derivan otras formas de alienación ideológica, (como la religiosa y la filosófica) que buscan justificar la situación real de miseria para la mayoría y, al mismo tiempo, confundir y mistificar la realidad, creando una falsa conciencia de la misma.

6. La última fase de la alienación es, pues, la alienación ideológica. En ésta el trabajador cree que es legítima la apropiación de la plusvalía por parte del capitalista. El trabajador cree que, como el capitalista posee legítimamente los medios de producción (talleres, maquinaria, fábricas...), tiene una pretensión o un derecho fundado para apropiarse una parte de su trabajo, de una parte de su actividad, de una parte de su vida. A su vez, se considera legítima la posesión de los medios de producción porque deriva de una apropiación legítima de plusvalías en etapas anteriores, construyéndose un círculo vicioso en los procesos de legitimación de la explotación. La eficacia de la explotación capitalista descansa sobre la noción de legitimidad: presentarse ante las conciencias de los explotados como moralmente justificables.

8. La ideología es una forma de ver el mundo que satisface los intereses de los explotadores. La ideología es una falsa conciencia , una representación inadecuada de la realidad a fin de que los explotados consideren naturales y por tanto justificables e inevitables sus condiciones de vida: “siempre ha habido ricos”, “es natural que el amo se lleve una parte de la cosecha: es el dueño de la tierra, al fin y al cabo”, son expresiones que manifiestan la aceptación de la ideología dominante por parte de los dominados. La ideología se constituye en la culminación del proceso de alienación.

3. El materialismo dialéctico

El materialismo dialéctico, cuya presentación como tal se debe más a la actividad de Engels que a la del propio Marx, ha sido considerado tradicionalmente como la toma de posición filosófica de Marx y Engels frente al idealismo hegeliano, es decir, como el resultado de su crítica del idealismo y, como tal, se ha presentado por la mayoría de los estudiosos del marxismo como el marco de referencia conceptual desde el que desarrolla el materialismo histórico, que sería la expresión propiamente científica de su pensamiento. La exposición del materialismo dialéctico se encuentra fundamentalmente en las obras de Engels: "Anti-Dühring", (con contribuciones de Marx, publicado en 1878), y "Sobre la dialéctica de la naturaleza", (escrito entre 1873 y 1886), obra, esta última, también conocida por Marx, cuyos contenidos nunca rechazó y que, dada la estrecha colaboración entre ambos hasta su muerte, se suele considerar también como expresión del pensamiento propio de Marx.

Oposición al idealismo y al mecanicismo
1. El materialismo dialéctico se opone al idealismo, en el sentido en que considera que no existe más realidad fundamental que la materia; pero la materia no es una realidad inerte, sino dinámica, que contiene en sí la capacidad de su propio movimiento, como resultado de la lucha de los elementos contrarios, (siendo la contradicción la esencia de la realidad, al igual que para Hegel), que se expresa en el movimiento dialéctico. Así, el movimiento hegeliano de la idea a la cosa y a su reconciliación, queda invertido, según la famosa frase de Marx, pasando a convertirse en un movimiento que va de la cosa a la idea y a su futura reconciliación. Todo el bagaje conceptual de la dialéctica hegeliana es conservado por el materialismo dialéctico, pero orientado ahora en la dirección opuesta.

2. El materialismo dialéctico no se opone sólo al idealismo hegeliano, sino a toda concepción mecanicista y atomista de la naturaleza, es decir, no finalista.« "La comprensión del total error por inversión del anterior idealismo alemán llevó necesariamente al materialismo, pero, cosa digna de observarse, no al materialismo meramente metafísico y exclusivamente mecanicista del siglo XVIII" (Engels, Anti-Dühring).» Se opone, pues, a la concepción que había predominado en la ciencia en el siglo XVIII y que lo seguiría haciendo en los siglos XIX y XX. Es propia del idealismo hegeliano la afirmación de un final feliz de la historia, de una reconciliación de la realidad consigo misma en el Espíritu Absoluto, como resultado mismo del movimiento dialéctico, una finalidad que no desaparecerá del materialismo dialéctico, al conservar, como lo hace, la dialéctica hegeliana para explicar el movimiento en la naturaleza.

"Y así hemos vuelto a la concepción del mundo que tenían los grandes fundadores de la filosofía griega, a la concepción de que toda la naturaleza, desde sus partículas más ínfimas hasta sus cuerpos más gigantescos, desde los granos de arena hasta los soles, desde los protistas hasta el hombre, se halla en un estado perenne de nacimiento y muerte, en flujo constante, sujeto a incesantes cambios y movimientos". (F.Engels, Dialéctica de la naturaleza. Introducción)
3. Las propiedades que el materialismo dialéctico atribuye a la materia derivan de su concepción de la misma como única realidad objetiva, que es captada mediante los sentidos, permitiendo así su conocimiento. Del análisis de la materia se desprende que es infinita en duración, extensión, profundidad y movimiento. Que la materia es infinita en duración quiere decir que es eterna, increada e indestructible, por lo que el tiempo será concebido como una forma de existencia de la materia, constituyendo la eternidad y la temporalidad dos contrarios dialécticos de la materia. Que es infinita en extensión supone afirmar la infinitud del espacio. La afirmación de que es infinita en profundidad se refiere a la inagotable variedad de formas materiales, que se encuentran sometidas a un cambio perpetuo, es decir, a un movimiento infinito: movimiento y materia son inseparables.

"Pero el movimiento de la materia no es únicamente tosco movimiento mecánico, mero cambio de lugar; es calor y luz, tensión eléctrica y magnética, combinación química y disociación, vida y, finalmente, conciencia". (F.Engels, Dialéctica de la naturaleza. Introducción )


Las formas de conciencia
1. En cuanto a la conciencia, se distinguen cuatro formas o tipos de conciencia: la conciencia de sí, por la que accedemos al conocimiento de nuestro propio ser; la conciencia psicológica, por la que conocemos nuestra propia identidad y la diferenciamos de la de los demás y de las otras cosas; la conciencia de clase, por la que accedemos al conocimiento de los intereses del grupo social al que pertenecemos; y la conciencia social, que se forma en las sociedades humanas como una especie de trasfondo ideológico, por el que asumimos creencias y costumbres al margen de toda consideración crítica.

2.La relación de la materia con la conciencia no dejará de plantear problemas, al ser concebida la conciencia como el resultado de las fuerzas materiales, que la determinan, no quedando, según la formulación tradicional del problema, espacio para la acción de una conciencia libre, de una conciencia que se autodetermina. La conciencia es necesariamente un producto, una manifestación, de la materia, inseparable de ella. Como tal, representa la capacidad que tiene el ser humano de comprender, pero también de amar y de decidir libremente (voluntad). Pero ¿cuál puede ser el papel de la voluntad en una conciencia que deriva de una materia que existe independientemente del ser humano y de su propia conciencia?

"Hegel ha sido el primero en exponer rectamente la relación entre libertad y necesidad. Para él, la libertad es la comprensión de la necesidad. "La necesidad es ciega sólo en la medida en que no está sometida al concepto." La libertad no consiste en una soñada independencia respecto de las leyes naturales, sino en el reconocimiento de esas leyes y en la posibilidad, así dada, de hacerlas obrar según un plan para determinados fines. Esto vale tanto respecto de las leyes de la naturaleza externa cuanto respecto de aquellas que regulan el ser somático y espiritual del hombre mismo: dos clases de leyes que podemos separar a lo sumo en la representación, no en la realidad. La libertad de la voluntad no significa, pues, más que la capacidad de poder decidir con conocimiento de causa."
"Cuanto más libre es el juicio de un ser humano respecto de un determinado punto problemático, con tanta mayor necesidad estará determinado el contenido de ese juicio; mientras que la inseguridad debida a la ignorancia y que elige con aparente arbitrio entre posibilidades de decisión diversas y contradictorias prueba con ello su propia ilibertad, su situación de dominada por el objeto al que precisamente tendría que dominar. La libertad consiste, pues, en el dominio sobre nosotros mismos y sobre la naturaleza exterior, basado en el conocimiento de las necesidades naturales; por eso es necesariamente un producto de la evolución histórica." (F.Engels, Anti-Dühring, XI, Moral y derecho. Libertad y necesidad )


Las leyes de la dialéctica
1. El materialismo dialéctico nos propone, pues, una interpretación de la realidad concebida como un proceso material en el que se suceden una variedad infinita de fenómenos, a partir de otros anteriormente existentes. Esta sucesión, no obstante, no se produce al azar o arbitrariamente, ni se encamina hacia la nada o el absurdo: todo el proceso está regulado por leyes que determinan su evolución desde las formas más simples a las más complejas, y que afectan a toda la realidad, natural y humana (histórica).

"Este es el ciclo eterno en que se mueve la materia, un ciclo que únicamente cierra su trayectoria en períodos para los que nuestro año terrestre no puede servir de unidad de medida, un ciclo en el cual el tiempo de máximo desarrollo, el tiempo de la vida orgánica y, más aún, el tiempo de vida de los seres conscientes de sí mismos y de la naturaleza, es tan parcamente medido como el espacio en que la vida y la autoconciencia existen; un ciclo en el que cada forma finita de existencia de la materia -lo mismo si es un sol que una nebulosa, un individuo animal o una especie de animales, la combinación o la disociación química- es igualmente pasajera y en el que no hay nada eterno do no ser la materia en eterno movimiento y transformación y las leyes según las cuales se mueve y se transforma." (F.Engels, Dialéctica de la naturaleza. Introducción )
2. Las leyes según las cuales la materia se mueve y se transforma son leyes dialécticas. Al igual que ocurre con la dialéctica hegeliana, que es simultáneamente un método y la expresión misma del dinamismo de la realidad, la dialéctica de Marx y Engels encerrará ese doble significado. No se puede convertir, sin embargo, la dialéctica en un proceso mecánico, en el que se suceden los tres momentos del movimiento (tesis, antítesis y síntesis), como se hace a menudo con Hegel, en un esquema mecánico sin contenido alguno. "La dialéctica no es más que la ciencia de las leyes generales del movimiento y la evolución de la naturaleza, la sociedad humana y el pensamiento", dice Engels en el Anti-Dühring.

3. La dialéctica nos ofrece, pues, leyes generales, no la particularidad de cada proceso. Que son leyes generales quiere decir que son el fundamento de toda explicación de la realidad, pero también que afectan a toda la realidad (naturaleza, sociedad, pensamiento) y que son objetivas, independientes de la naturaleza humana. Marx y Engels enunciarán las siguientes tres leyes de la dialéctica:

1. Ley de la unidad y lucha de contrarios.

"Pero todo cambia completamente en cuanto consideramos las cosas en su movimiento, su transformación, su vida, y en sus recíprocas interacciones. Entonces tropezamos inmediatamente con contradicciones. El mismo movimiento es una contradicción; ya el simple movimiento mecánico local no puede realizarse sino porque un cuerpo, en uno y el mismo momento del tiempo, se encuentra en un lugar y en otro, está y no está en un mismo lugar. Y la continua posición y simultánea solución de esta contradicción es precisamente el movimiento".
"Si ya el simple movimiento mecánico local contiene en sí una contradicción, aún más puede ello afirmarse de las formas superiores del movimiento de la materia, y muy especialmente de la vida orgánica y su evolución. Hemos visto antes que la vida consiste precisamente ante todo en que un ser es en cada momento el mismo y otro diverso. La vida, por tanto, es también una contradicción presente en las cosas y los hechos mismos, una contradicción que se pone y resuelve constantemente; y en cuanto cesa la contradicción, cesa también la vida y se produce la muerte. También vimos que tampoco en el terreno del pensamiento podemos evitar las contradicciones, y que, por ejemplo, la contradicción entre la capacidad de conocimiento humana, internamente ilimitada, y su existencia real en hombres externamente limitados y de conocimiento limitado, se resuelve en la sucesión, infinita prácticamente al menos para nosotros, de las generaciones, en el progreso indefinido". (Engels, Anti-Dühring, XII. Dialéctica. cantidad y cualidad.)
1. Siguiendo los pasos de Heráclito y Hegel, Marx y Engels consideran que la realidad es esencialmente contradictoria. Todos los fenómenos que ocurren en la Naturaleza son el resultado de la lucha de elementos contrarios, que se hallan unidos en el mismo ser o fenómeno, siendo la causa de todo movimiento y cambio en la Naturaleza, en la sociedad y en el pensamiento. Con esta ley se explica, pues, el origen del movimiento.

2. Entre los argumentos que se aportan para justificar esta explicación predominan los procedentes de las ciencias (Física, Ciencias naturales, Matemáticas, Economía), pero también de la Historia y de la filosofía. Entre las parejas de contrarios puestas como ejemplos podemos citar: atracción y repulsión, movimiento y reposo, propiedades corpusculares y ondulatorias, herencia y adaptación, excitación e inhibición, lucha de clases, materia y forma, cantidad y cualidad, sustancia y accidentes.

2. Ley de transición de la cantidad a la cualidad.

"Hemos visto ya antes, a propósito del esquematismo universal, que con esta línea nodal hegeliana de relaciones dimensionales en la que, en un determinado punto de alteraciones cuantitativas, se produce repentinamente un cambio cualitativo, el señor Dühring ha tenido la pequeña desgracia de que en un momento de debilidad la ha reconocido y aplicado él mismo. Dimos allí uno de los ejemplos más conocidos, el de la transformación de los estados de agregación del agua, que a presión normal y hacia los 0º C pasa del fluido al sólido, y hacia los 100º C pasa del líquido al gaseoso, es decir, que en esos dos puntos de flexión la alteración meramente cuantitativa de la temperatura produce un estado cualitativamente alterado del agua."
"Habríamos podido aducir en apoyo de esa ley cientos más de hechos tomados de la naturaleza y de la sociedad humana. Así por ejemplo, toda la cuarta sección de El Capital de Marx -producción de la plusvalía relativa en el terreno de la cooperación, división del trabajo y manufactura, maquinaria y gran industria- trata de innumerables casos en los cuales la alteración cuantitativa modifica la cualidad de las cosas de que se trata, con lo que, por usar la expresión tan odiosa para el señor Dühring, la cantidad se muta en cualidad, y a la inversa. Así, por ejemplo, el hecho de que la cooperación de muchos, la fusión de muchas fuerzas en una fuerza total, engendra, para decirlo con las palabras de Marx, una "nueva potencia de fuerza" esencialmente diversa de la suma de sus fuerzas individuales". (F.Engels, Anti-Dühring , XI, Moral y derecho. Libertad y necesidad.)
1. Hablamos de cambio cualitativo cuando una cosa se transforma en otra que es esencialmente distinta. ¿Por qué unas cosas se transforman en otras que tienen propiedades diferentes a las de las cosas de las que proceden? Según la ley de transición de la cantidad a la cualidad, el aumento o disminución de la cantidad de materia influye en la transformación de una cosa en otra distinta. La acumulación o disminución de la materia es progresiva, mientras que el cambio de cualidad supone una modificación radical de la cosa, una revolución. Con esta ley se explica el desarrollo de los seres y los fenómenos naturales, sociales, etc.

2. Todos los objetos de la Naturaleza poseen características mensurables, por lo que su esencia, su cualidad, es inseparable de los aspectos cuantitativos. Cuando una cosa pasa de poseer una cualidad a poseer otra hablamos de "salto cualitativo". Como todo movimiento es el resultado de la lucha de elementos contrarios, el salto cualitativo supone la resolución de una contradicción, que da lugar a una nueva realidad, que representa un avance en el desarrollo de la Naturaleza. El salto cualitativo no supone el mero cambio de una cualidad por otra, sino por otra que supera, de alguna manera, a la anterior.

3. Ley de negación de la negación.

"En la dialéctica, negar no significa simplemente decir no, o declarar inexistente una cosa, o destruirla de cualquier modo. Ya Spinoza dice: omnis determinatio est negatio, toda determinación o delimitación es negación. Además, la naturaleza de la negación dialéctica está determinada por la naturaleza general, primero, y especial, después, del proceso. No sólo tengo que negar, sino que tengo que superar luego la negación."
"Tengo, pues, que establecer la primera negación de tal modo que la segunda siga siendo o se haga posible. ¿Cómo? Según la naturaleza especial de cada caso particular. Si muelo un grano de cebada o aplasto un insecto, he realizado ciertamente el primer acto, pero he hecho imposible el segundo. Toda especie de cosas tiene su modo propio de ser negada de tal modo que se produzca de esa negación su desarrollo, y así también ocurre con cada tipo de representaciones y conceptos". (F.Engels, Anti-Dühring , XIII. Dialéctica. Negación de la negación.)
Comentario a la cita1. La ley de negación de la negación completa la anterior, explicando el modo en que se resuelve la contradicción, dando paso a una realidad nueva que contiene los aspectos positivos de lo negado. El primer momento del movimiento dialéctico, el de la afirmación, supone la mera existencia de una realidad; el segundo momento, el de la negación, supone la acción del elemento contrario que, en oposición con el primer momento, lo niega. El tercer momento, negando al segundo, que era ya, a su vez, la negación del primero, se presenta como el momento de la reconciliación, de la síntesis, recogiendo lo positivo de los dos momentos anteriores.

2. Una vez alcanzado este estadio del movimiento nos encontramos ante una nueva realidad que entrará de nuevo en otro ciclo de transformación dialéctica, dando lugar, así, al desarrollo progresivo de la Naturaleza, de la sociedad humana y del pensamiento. Un desarrollo que se dirige hacia formas más completas, más perfectas, más integradoras, de la realidad.

René Descartes



1. Introducción a la filosofía de Descartes

La renovación de la filosofía y el problema del método
1.
La idea de que es necesario un método para dirigir bien la razón y alcanzar el conocimiento no es estrictamente hablando una elaboración propia y exclusiva de Descartes. Al menos debe compartir el mérito de tal creación con Bacon y Galileo. No obstante, es tan particular el uso que Descartes hace del método, y tal la influencia que ejercerá en la constitución de su pensamiento filosófico, que la asociación del problema del método con la filosofía cartesiana está plenamente justificada. A continuación se exponen algunas características de la época, necesarias para comprender la constitución de la filosofía cartesiana.
2.
¿Cuál es la situación con la que se encuentra Descartes al comenzar a desarrollar su pensamiento filosófico? Fueron numerosos los cambios sociales y políticos que se produjeron en Europa hacia el final de la edad media y que han sido profusamente estudiados hasta la actualidad. Entre ellos debemos señalar la emergencia de una nueva clase social, la burguesía; el progresivo abandono del modo de producción feudal; la constitución de los Estados nacionales; la renovación de las relaciones entre dichos estados y la iglesia. Todos ellos contribuyeron a modificar sustancialmente el panorama social y político de la Europa del siglo XVI, a finales del cual nace Descartes. Estos cambios sociales y políticos hay que añadir los cambios culturales que se produjeron correlativamente: el desarrollo del humanismo, el neoplatonismo, la aparición de una nueva ciencia que se ocupa del estudio de la naturaleza, y la extensión del pirronismo que, de una u otra manera, influirán en el desarrollo de la filosofía cartesiana.
3.
El humanismo había conseguido imponer una nueva percepción del hombre asociada a la necesidad de recuperar el saber clásico. Sin entrar en una confrontación frontal con la iglesia, y sin desmarcarse de los principales elementos del dogma, había resaltado el papel del hombre y la necesidad de considerarlo el objeto fundamental de la creación. Erasmo y Tomás Moro, entre otros, como el español Luis Vives, difundieron estos ideales por toda Europa. El renacimiento de saber clásico va acompañado de una gran efervescencia filosófica y científica en Italia sobre todo, pero también en el resto de Europa; el neoplatonismo de Marsilio Ficino y Pico de la Mirandola provocarían en Italia la renovación de la filosofía a la que se sumaría posteriormente, pero desde una perspectiva no ya platónica, Giordano Bruno; más importante, por lo que a Descartes respecta, será el desarrollo de la nueva ciencia representada por los filósofos especulativos o experimentales que, partiendo de una nueva concepción de la naturaleza, van a modificar sustancialmente el panorama intelectual de la Europa del XVII. Especialmente los científicos experimentalistas, quienes concebían la naturaleza como una realidad dinámica de cuerpos en movimiento organizados según una estructura matemática. El desarrollo del escepticismo representado fundamentalmente por Montaige, suscitará un debate crítico en torno a la capacidad de investigación y de conocimiento de la Escolástica que culminará en una crítica generalizada a todo saber, de la que también será un buen exponente el español Francisco Sánchez en su obra "Que nada se sabe". Es conocida la reacción de Descartes contra este escepticismo generalizado, y que estará en la base de la elaboración de su método.
4.
A todo ello hay que sumar el hecho de que la filosofía comienza a hacerse de un modo distinto. Frente a la a preeminencia de los teólogos nos encontraremos con filósofos que no son teólogos en el sentido en que lo podían ser santo Tomás o San Buenaventura; no porque desconozcan las cuestiones que plantea la teología natural o revelada, o porque prescindan de la discusión del tema, sino por no ser especialistas en teología. Si la filosofía medieval había sido ejercida fundamentalmente por teólogos y profesores, tampoco los filósofos modernos serán fundamentalmente profesores: ni Descartes, ni Galileo, ni Espinosa, ni Leibniz, ni Hume (aunque intentará conseguir una cátedra hacia el final de su vida) serán profesores ni pertenecerán a las estructuras académicas oficiales. Tampoco el modo de hacer filosofía es el mismo: frente al comentario como forma de trabajo fundamental de la escolástica, nos encontramos ahora con filósofos que realizan obras personales, mediante la actividad individual (aunque sea compartida pública y colectivamente con otros filósofos o con el público interesado en las cuestiones filosóficas), y no mediante una actividad o una reflexión colectiva, como era el método propio de trabajo de la escolástica. A todo ello hay que añadir la progresiva utilización de las lenguas vernáculas, frente a la preeminencia del latín a lo largo de toda la edad media como vehículo de expresión cultural y filosófica.
5.
Todos estos cambios son conocidos y asumidos por los filósofos de finales del XVI y principios del XVII, de tal modo que hay una clara conciencia de ruptura con respecto a la tradición medieval. Hablar de ruptura no significa necesariamente que el pensamiento filosófico pretenda surgir de la nada; aunque no demasiado abundantes sí habrá elementos propios del pensamiento medieval que serán asumidos y aceptados por los filósofos modernos.
6.
Por lo demás, ya desde Santo Tomás se había considerado necesario distinguir la fe de la razón y atribuir a cada una de ellas un campo específico y limitado. Esta distinción inicial que realiza santo Tomás será convertida en separación por Guillermo de Occam y, dada la influencia que ejercerán los nominalistas en Europa, progresivamente aceptada como un presupuesto indiscutible. Esta idea, asociada a los cambios anteriormente citados, prepara el camino para la exigencia de una total autonomía de la razón, que será reclamada por todos los filósofos modernos.
La ciencia renacentista y el problema del método.
1.
La idea de que el método que utilizaba la escolástica había fracasado se había extendido poco a poco por toda Europa. El modelo silogístico de conocimiento se consideraba una forma inadecuada para la investigación, y quizá un procedimiento sólo apto para establecer vanas disputas o para poner a disposición de los demás algo que ya se conocía. Esta opinión la compartían también aquellos que se ocupaban de investigar la naturaleza. El fracaso de la física aristotélica se hacía cada vez más patente: recurrir a fuerzas ocultas o desconocidas, apelar a esencias imposibles de formular empíricamente se consideraba ya inaceptable en el estudio de la naturaleza. La naturaleza era interpretada como una realidad dinámica compuesta por cuerpos en movimiento y sometida a una estructura matemática. Quizá comience con Copérnico esta interpretación: recordemos que en el prólogo al "De Revolutionibus" presentaba su hipótesis heliocéntrica como una hipótesis matemática. Posteriormente los copernicanos acentuaron la importancia de las mediciones astronómicas para defender sus hipótesis, de modo que, en relación con el cambio de paradigma del universo, el carácter estructuralmente matemático de la realidad se iba poniendo de manifiesto.
2.
La idea de que es necesario un nuevo método para abordar el estudio de la naturaleza aparece ya de una manera clara y decidida en Bacon. En el "Novum Organum", luego de la "pars destruens", en la que Bacon analiza los ídolos (idola), es decir, los elementos o aspectos del conocimiento que interfieren en el conocimiento de la verdad y que recogen el conjunto de errores más comunes en la investigación de la naturaleza, se dedica en la "pars construens" a presentarnos un método de carácter inductivo que tiene por objeto la investigación de la realidad natural. El método escolástico ha fracasado y se necesita un nuevo método que sea capaz de ofrecernos un conocimiento real de la naturaleza. A pesar de la oscuridad y de la retórica todavía existente en la obra de Bacon la formulación del método inductivo está inequívocamente formulada.
3.
Lo mismo ocurre en el caso de Galileo. Su búsqueda de la objetividad en el conocimiento de la naturaleza le llevará a rechazar los procedimientos escolásticos inspirados fundamentalmente en Aristóteles. Galileo está convencido de que el conocimiento de la naturaleza es posible pero, que al estar escrito en un lenguaje matemático, requiere del conocimiento de dicha ciencia para ser interpretado así como de su aplicación correcta al ámbito del conocimiento. Sin embargo, es necesario recurrir a la experiencia para contrastar las hipótesis matemáticas que se formulan sobre la realidad, por lo que el carácter de su método es hipotético-deductivo. Además, la interpretación matemática de Galileo se orienta hacia la cuantificación, dirección que seguirá la física moderna con Newton y que se continuará hasta nuestros días.
4.
Descartes optará por una interpretación distinta del método. Comparte la idea de que la naturaleza es una realidad dinámica con estructura matemática. Comparte también la necesidad de la existencia del método dado el fracaso de los métodos anteriores en el conocimiento de la verdad. Pero tiene una interpretación distinta del significado de las matemáticas. Para Descartes el éxito de las matemáticas radica no en su estructura que hoy denominaríamos axiomática, sino en el método que utiliza. Y ese método es un método deductivo. Si el conocimiento de la naturaleza es posible gracias a las matemáticas es pensable que utilizando el método que utiliza las matemáticas se pueda alcanzar la verdad y la certeza en el conocimiento de los otros aspectos de la realidad.
5.
Descartes, por lo tanto, comparte con Bacon y con Galileo la necesidad del método para conocer la realidad. Las críticas que Bacon y Galileo realizan a la escolástica son similares a las que realiza Descartes. El fracaso de los métodos silogísticos, el fracaso de la física aristotélica, hacen necesario un nuevo método para interpretar la realidad. Ello supone la confianza en la razón que ha ido ganando su autonomía en el paso del siglo XVI al XVII. El nuevo método además ha de tener capacidad para descubrir, no basta un método que tengan carácter meramente explicativo, que sirva para exponer o para comunicar un conocimiento. No se trata de transmitir un saber acumulado a través de la historia, sino de descubrir, de inventar. Dado que para Descartes el éxito de las matemáticas radica en la utilización de un método, parece quedar claro que el conocimiento de la verdad debe ir asociado a la utilización de un método.
El racionalismo
1.
Frente a otras soluciones al problema del conocimiento y de la constitución de la "ciencia" que surgirán en la época, como el empirismo, Descartes optará por la solución racionalista. El racionalismo se caracterizará por la afirmación de que la certeza del conocimiento procede de la razón, lo que va asociado a la afirmación de la existencia de ideas innatas. Ello supondrá la desvalorización del conocimiento sensible, en el que no se podrá fundamentar el saber, quedando la razón como única fuente de conocimiento.
2.
Paralelamente, los modelos matemáticos del conocimiento (en la medida en que las matemáticas no dependen de la experiencia) se ven revalorizados. Las explicaciones del conocimiento basadas en la abstracción serán igualmente rechazadas, ya que la abstracción se produce a partir de la captación de las sustancias por medio de la sensibilidad (la explicación del conocimiento de Aristóteles y santo Tomás) que ya ha sido rechazada como fuente de conocimiento.
3.
Por el contrario, el racionalismo afirmará la intuición intelectual de ideas y principios evidentes, a partir de las cuales comenzará la deducción del saber, del mismo modo que todo el cuerpo de las matemáticas se deduce a partir de unos primeros principios evidentes e indemostrables. La relación de estas ideas con la realidad extramental será afirmada dogmáticamente, lo que planteará no pocos problemas a los racionalistas. Todo ello conduce al racionalismo al ideal de una ciencia universal, aspiración de la que la filosofía cartesiana es un buen exponente.
2. Razón y método en Descartes
El modelo matemático en Descartes.
1.
La reacción cartesiana contra el escepticismo sumada a su interés por la ciencia va a significar en Descartes el afianzamiento en el rechazo del error y en la búsqueda de la verdad. Tanto en la primera meditación como en la primera parte del Discurso del método Descartes insiste reiteradamente en la necesidad de rechazar el error, lo que va asociado inevitablemente a la búsqueda de la verdad. Reacio a aceptar los argumentos de los escépticos que afirman la imposibilidad de que haya algún conocimiento verdadero, Descartes se dispone a investigar con el fin de determinar algo con certeza: incluso si ese algo es que no puede haber conocimiento verdadero alguno.
2.
Ya en su juventud, cuando abandona el colegio de la Flèche, se muestra descontento con lo aprendido, excepto con las matemáticas. Frente a todas las demás enseñanzas recibidas, a las que considera cuando menos confusas, si no falsas, Descartes sólo encuentra verdad en los conocimientos matemáticos. De ahí que, nos confiesa en el Discurso, desarrolla una especial dedicación hacia esas ciencias. ¿Qué es lo que hace que los matemáticos sean capaces de demostrar la validez de sus proposiciones, que consigan un conocimiento cierto, mientras que los metafísicos se pierden en vanas disquisiciones y disputas escolares? La razón se ha equivocado en numerosas ocasiones hasta el punto de que Descartes considera necesario reconstruir el edificio del saber sobre bases firmes y seguras, si es que esto es posible. Descartes considera que lo que hace verdaderos los conocimientos matemáticos es el método empleado para conseguirlos. No es que haya en las matemáticas una estructura que hace inevitablemente verdaderos sus conocimientos sino que es el método que utilizan los matemáticos lo que permite conseguir tan admirables resultados.
3.
A la idea de que es necesario un método para alcanzar el conocimiento Descartes añade la precisión de que ese método tiene que elaborarse de acuerdo con el que utilizan los matemáticos en sus investigaciones. Y ello, porque lo que hace verdaderos los conocimientos matemáticos es el método utilizado. No es que las matemáticas sean un tipo de saber distinto del resto de los saberes. Si la razón es única, el saber es único, y debe haber un único método para alcanzar la sabiduría. Es en esta época (1618-1619) cuando Descartes concibe la idea de un saber o de una ciencia universal, la "Mathesis universalis" (Regla I). Descartes se encuentra en su fase físico matemática, manteniendo una intensa relación con el físico holandés Beeckman. Es también la época de los sueños reveladores que le orientarán de una manera definitiva hacia la filosofía, sueños en los que un espíritu le indica el camino a seguir para alcanzar la verdad. Descartes nunca abandonó ese ideal de un saber universal, que se debe considerar al menos de dos maneras: a) como fundamento único de todos los saberes; b) como la adquisición plena de la sabiduría. Pero para ello necesita un método.
El método cartesiano
1.
¿En qué obras se encuentra el método que nos propone Descartes? El método lo encontramos en el "Discurso del método", y en las "Reglas para la dirección del espíritu", el primero editado en el 1637 y las segundas, desconocidas para sus contemporáneos, editadas en 1701, pero comenzadas a redactar en 1629. (A la muerte de Descartes el embajador de Francia en Estocolmo, H.P. Chanut, se encarga de recoger sus papeles y documentos, que envía a Clerselier, cuñado y amigo de Descartes, y que había traducido al francés las objeciones y respuestas a las Meditaciones metafísicas. La edición de Amsterdam de 1701 permanece como la única fuente de las Reglas, dado que los manuscritos de Descartes se perdieron).
2.
¿Qué es el método? Por método entiendo, dice Descartes, "una serie de reglas ciertas y fáciles, tales que todo aquel que las observe exactamente no tome nunca a algo falso por verdadero, y, sin gasto alguno de esfuerzo mental, sino por incrementar su conocimiento paso a paso, llegue a una verdadera comprensión de todas aquellas cosas que no sobrepasen su capacidad".
3.
¿Sobre qué se construye, o a qué se aplica el método? Deberá aplicarse, lógicamente, al modo de funcionar de la razón. ¿Pero cuál es el modo de conocer de la razón? Descartes nos propone aquí la intuición y la deducción como los dos únicos modos de conocimiento y, por lo tanto, como aquellos elementos sobre los que se debe construir el método, ofreciéndonos su definición en la Regla III: "Entiendo por intuición, no la creencia en el variable testimonio de los sentidos o en los juicios engañosos de la imaginación -mala reguladora- sino la concepción de un espíritu sano y atento, tan distinta y tan fácil que ninguna duda quede sobre lo conocido; o lo que es lo mismo, la concepción firme que nace en un espíritu sano y atento, por las luces naturales de la razón."
4.
La intuición es pues el elemento básico del conocimiento; unas líneas más adelante nos dice que no puede ser mal hecha por el hombre. Efectivamente se reclama como característica de la intuición la sencillez, que va asociada en Descartes a la claridad y distinción de lo conocido. La intuición establece, necesariamente, una relación directa con el objeto, de tal manera que debe destacarse su carácter de inmediatez. Con esto quiere dejar Descartes bien clara su separación del aristotelismo y de la teoría de la abstracción de la forma; algo que ya había rechazado con anterioridad Guillermo de Occam, aún manteniendo que la intuición nos ofrecía un conocimiento directo basado en la experiencia. No aceptará Descartes este carácter experimental de la intuición, es decir, la relación directa e inmediata con la experiencia. El objeto conocido, como sabemos, será un contenido mental y no un elemento de la experiencia. Pero el hecho de que la relación establecida con el objeto sea directa e inmediata, no significa que estemos hablando de una relación instantánea. Hablar de relación instantánea equivaldría a situar el fenómeno del conocimiento fuera de la temporalidad, lo que rechaza Descartes de una manera clara y sin ambigüedades (al menos según la opinión de G. Rodis-Lewis, que cita a Descartes en las conversaciones con Burman).
5.
Efectivamente, la intuición remite a un contenido simple, pero no exento de relaciones. Cuando capto la idea de triángulo, comprendo que es una figura de tres lados, que está compuesta por tres líneas que se cortan en el mismo plano, que forma ángulos etc., y todos estos elementos que encontramos en la intuición son necesariamente captados como elementos correlacionados, es decir, no en el mismo instante, sino en el transcurrir de la temporalidad. De ahí que la intuición nos lleve de una manera inevitable a la deducción, que consistirán en una serie sucesiva de intuiciones, apoyadas en la memoria. La deducción "consiste en una operación por la cual comprendemos todas las cosas que son consecuencia necesaria de otras conocidas por por nosotros con toda certeza". Y más adelante nos dice que distinguimos la intuición de la deducción en que en esta se concibe un movimiento o cierta sucesión y en aquélla no, ya que la deducción no necesita como la intuición una evidencia presente, sino que, en cierto modo, la pide prestada a la memoria. En definitiva, la intuición nos ofrece el conocimiento de los principios y la deducción el de las consecuencias lejanas, a las que no se puede llegar de otro modo.
6.
De esta forma, nos encontramos en el Discurso del método las cuatro reglas o preceptos del mismo: la regla de la evidencia, la del análisis, la de la síntesis, y la del recuento.
"...en lugar del gran número de preceptos que componen la lógica, creí que tendría bastante con los cuatro siguientes, con tal que tomase la firme y constante resolución de no dejar de observarlos ni una sola vez. - El primero era no recibir jamás por verdadera cosa alguna que no la reconociese evidentemente como tal; es decir, evitar cuidadosamente la precipitación y la prevención y no abarcar en mis juicios nada más que aquello que se presentara a mi espíritu tan clara y distintamente que no tuviese ocasión de ponerlo en duda. - El segundo, dividir cada una de las dificultades que examinara, en tantas parcelas como fuere posible y fuere requerido para resolverlas mejor. - El tercero, conducir por orden mis pensamientos, comenzando por los objetos más simples y más fáciles de conocer para subir poco poco, como por grados, hasta el conocimiento de los más complejos, incluso suponiendo un orden entre aquellos que no se preceden naturalmente los unos a los otros. - Y el último, hacer en todo enumeraciones tan completas y revisiones tan generales que quedase seguro de no omitir nada."
7.
Las dos primeras conforman lo que se ha dado en llamar la parte analítica del método; y las dos segundas la parte sintética. El método estaría compuesto así por dos operaciones básicas: el análisis y la síntesis. Por lo que respecta al análisis, representaría lo que podríamos llamar un "ars inveniendi", es decir, una forma de conocimiento propia para el descubrimiento y la investigación; nos permitiría separar lo accidental, y establecer el orden corrector en la secuencia analítica, afirmando la primacía de lo simple (reglas V y VI). La síntesis sería un "ars demostrandi, es decir, una forma de conocimiento útil para exponer, explicar, o enseñar lo que hemos conocido a través de la investigación o del descubrimiento, así como la constitución del saber como sistema.
8.
Los elementos constitutivos del método pues, tópicos o paradigmas, serían el orden, la simplicidad, y el matematismo. El orden nos lo explica Descartes con todo detalle en las reglas X y XI, asociado a la capacidad de descomponer y simplificar, tratándose por supuesto del orden del conocer y no del orden del ser. La simplicidad se convierte en el hilo conductor del método, no siendo susceptible de definición (Descartes dice de ella que es "per se nota", utilizando la terminología escolástica), es indubitable, por lo que se convierte en garantía de verdad, es objeto de intuición, y representa el carácter absoluto del saber (todo ello se desarrolla en las Reglas V, VI, XII y XIII). El matematismo explicita el anti-aristotelismo de Descartes, y supone la afirmación de la confianza en el saber de la razón; se opone también al animismo y al finalismo y representa el ideal científico de certeza; recordemos que para Descartes las matemáticas representan el saber del orden y la medida (Reglas II y IV).
3. La primera verdad: "Pienso, existo"
Las "Meditaciones metafísicas"
1.
Comienza Descartes las "Meditaciones metafísicas" planteando la situación en la que él personalmente se encuentra respecto al conocimiento. Habiendo hallado, en el que creía poseer, más motivos de duda que de certeza, se propone investigar a fondo la cuestión, a fin de determinar si hay algo verdadero en el mundo y, en caso contrario, al menos tendrá la certeza de que no hay en absoluto ninguna verdad. El método que se propone aplicar se basa en la duda, de modo que considerará falso todo aquello en lo que se encuentre el menor motivo de duda; no se trata, pues, de que Descartes se convierta en un escéptico: se trata de la llamada "duda metódica" (o también "hiperbólica", por lo exagerado, a veces, de la misma) que, como veremos, conducirá al dogmatismo.
2.
Correlativamente a la aplicación de la duda como método de investigación subraya Descartes la búsqueda de la certeza como su objetivo. Considera que un conocimiento, para ser tomado como verdadero, ha de poseer la característica de la certeza, que viene a significar una especie de seguridad en la verdad del conocimiento. Para poner un ejemplo, a todos nos parece verdadera la proposición 2 + 2 = 4; pues bien, Descartes exigirá además que estemos seguros de la verdad de esa proposición para poder considerarla como un conocimiento verdadero. La certeza viene a significar, pues, la seguridad en la verdad de nuestros conocimientos. Por consiguiente, la menor sombra de duda hará desaparecer esa certeza y Descartes considerará necesario asimilar dicho conocimiento a un conocimiento falso. Habrá que examinar, pues, si lo que hemos tomado hasta ahora por conocimientos verdaderos poseen o no esa característica, y pueden o no ser sometidos a duda. No será necesario examinarlos todos; bastará examinar los principios en que se fundan y, del mismo modo que un edificio se derrumba si fallan sus cimientos, el edificio del saber se derrumbará si los principios en que se funda resultaran ser dudosos.
1. La duda
1.1
Descartes dedicará la primera meditación a examinar los principales motivos de duda que pueden afectar a todos sus conocimientos.
A)
Los sentidos se presentan como la principal fuente de nuestros conocimientos; ahora bien, muchas veces he constatado que los sentidos me engañaban, como cuando introduzco un palo en el agua y parece quebrado, o cuando una torre me parece redonda en la lejanía y al acercarme observo que era cuadrada, y situaciones semejantes. No es prudente fiarse de quien nos ha engañado en alguna ocasión, por lo que será necesario someter a duda y, por lo tanto, poner en suspenso (asimilar a lo falso) todos los conocimientos que derivan de los sentidos. Puedo considerar, pues, que no hay certeza alguna en esos conocimientos, y considerar falsos todos los que se deriven de los sentidos.
B)
Sin embargo, podría parecerme exagerado dudar de todo lo que percibo por los sentidos, ya que me parece evidente que estoy aquí y cosas por el estilo; pero, dice Descartes, esta seguridad en los datos sensibles inmediatos también puede ser puesta en duda, dado que ni siquiera podemos distinguir con claridad la vigilia del sueño, (lo que nos ocurre cuando creemos estar despiertos o cuando estamos dormidos). ¿Cuántas veces he soñado situaciones muy reales que, al despertarme, he comprendido que eran un sueño?. Esta incapacidad de distinguir el sueño de la vigilia, por exagerado que me parezca, ha de conducirme no sólo a extender la duda a todo lo sensible, sino también al ámbito de mis pensamientos, comprendiendo las operaciones más intelectuales, que en absoluto parecen derivar de los sentidos. La indistinción entre el sueño y la vigilia me lleva a ampliar la duda de lo sensible a lo inteligible, de modo que todos mis conocimientos me parecen ahora muy inciertos.
C)
Aun así, parece haber ciertos conocimientos de los que razonablemente no puedo dudar, como los conocimientos matemáticos. Sin embargo Descartes plantea la posibilidad de que el mismo Dios que me he creado me haya podido crear de tal manera que cuando juzgo que 2+2 = 4 me esté equivocando; de hecho permite que a veces me equivoque, por lo que podría permitir que me equivocara siempre, incluso cuando juzgo de verdades tan "evidentes" como la verdades matemáticas. En ese caso todos mis conocimientos serían dudosos y, por lo tanto, según el criterio establecido, deberían ser considerados todos falsos.
D)
Sin embargo, dado que la posibilidad anterior puede parecer ofensiva a los creyentes, Descartes plantea otra opción: la de que exista un genio malvado que esté interviniendo siempre en mis operaciones mentales de tal forma que haga que tome constantemente lo falso por verdadero, de modo que siempre me engañe. En este caso, dado que soy incapaz de eliminar tal posibilidad, puesto que realmente me engaño a veces, he de considerar que todos mis conocimientos son dudosos. Así, la duda ha de extenderse también a todos los conocimientos que no parecen derivar de la experiencia.
1.2
La duda progresa, pues, de lo sensible a lo inteligible, abarcando la totalidad de mis conocimientos, a través de los cuatro momentos señalados anteriormente. No sólo debo dudar de todos los conocimientos que proceden de los sentidos, sino también de aquellos que no parecen proceder de los sentidos, ya que soy incapaz de eliminar la incertidumbre que los rodea.
2. La primera verdad : "Pienso, existo"
1.
En la segunda meditación, repasando la perpleja situación en la que se encuentra al final de la primera, viéndose obligado a dudar de todo, Descartes se da cuenta, sin embargo, de que para ser engañado ha de existir, por lo que percibe que la siguiente proposición: "pienso, existo", ("cogito, sum"), ha de ser cierta, al menos mientras está pensando: "De modo que luego de haberlo pensado y haber examinado cuidadosamente todas las cosas, hay que concluir, y tener por seguro, que esta proposición: pienso, existo, es necesariamente verdadera, cada vez que la pronuncio o la concibo en mi espíritu". Esa proposición supera todos los motivos de duda: incluso en la hipótesis de la existencia de un genio malvado que haga que siempre me equivoque, cuando pienso que 2 y 2 son cuatro, por ejemplo, es necesario que, para que me equivoque, exista. Esta proposición, "pienso, existo" se presenta con total claridad y distinción, de modo que resiste todos los motivos de duda y goza de absoluta certeza. Es la primera verdad de la que puedo estar seguro, de la que puedo decir que es evidente. Dado que las características con la que se me presenta tal evidencia son la claridad y distinción, estas dos propiedades las considerará Descartes como las características que debe reunir toda proposición para ser considerada verdadera.
2.
Se ha discutido en numerosas ocasiones si Descartes pretende deducir la existencia del pensamiento. De hecho, en el Discurso del método la proposición que él mismo formula, "pienso, luego existo" da lugar a pensar que Descartes pretende deducir la existencia del pensamiento, observación que ya fue realizada por Gassendi y que el mismo Descartes se encargó de refutar. No obstante, la expresión que utiliza posteriormente en las meditaciones, "pienso, existo", y la exposición detallada del momento en que formula esa proposición parece dejar claro que se trata de una intuición, de la intuición de la primera evidencia, de la primera verdad que se presenta con certeza y que supera todos los motivos posibles de duda. Esa primera verdad aparece súbitamente mientras Descartes está recordando la meditación anterior y repasando los motivos que tenía para dudar de todas las cosas; de un modo inmediato, pues, percibe con claridad que para pensar tiene que existir, y que la proposición que expresa esa "intuición" ha de ser necesariamente verdadera.
3.
Una vez descubierta ésa primera verdad, Descartes se propondrá reconstruir sobre ella el edificio del saber y, al modo en que operan los matemáticos, por deducción, tratará de extraer todas las consecuencias que se siguen de ella.
3. El análisis del yo y sus consecuencias
1.
¿Qué soy yo? Una cosa que piensa dirá Descartes. ¿Y qué es una cosa que piensa?. Una cosa que siente, que quiere, que imagina... Descartes atribuye al pensamiento los caracteres de una sustancia, haciendo del yo pienso una "cosa", a la que han de pertenecer ciertos atributos. La duda sigue vigente con respecto a la existencia de cosas externas a mí, por lo que el único camino en el que se puede seguir avanzando deductivamente es el del análisis de ese "yo pienso" al que Descartes caracteriza como una sustancia pensante, como una cosa que piensa. ¿Qué es lo que hay en el pensamiento? Contenidos mentales, a los que Descartes llama "ideas". La única forma de progresar deductivamente es, pues, analizando dichos contenidos mentales, analizando las ideas.
2.
Distingue Descartes tres tipos de ideas: unas que parecen proceder del exterior a mí, a las que llama "ideas adventicias"; otras que parecen haber sido producidas por mí, a las que llamara "ideas facticias"; y otras, por fin, que no parecen proceder del exterior ni haber sido producidas por mí, a las que llamará "ideas innatas". Las ideas adventicias, en la medida en que parecen proceder de objetos externos a mí, están sometidas a la misma duda que la existencia de los objetos externos, por lo que no puede ser utilizadas en el avance del proceso deductivo; y lo mismo ocurre con las ideas facticias, en la medida en que parece ser producidas por mí, utilizando ideas adventicias, debiendo quedar por lo tanto también sometidas a duda. Sólo nos quedan las ideas innatas.
3.
Se trata de eliminar la posibilidad de que esas ideas puedan haber sido producidas por mí. Una vez asegurado eso Descartes analiza dos de esas ideas, la de infinito y la de perfección, y argumentando que no pueden haber sido causadas por mí, dado que soy finito e imperfecto, sólo pueden haber sido causadas por un ser proporcionado a ellas, por lo que tienen que haber sido puestas en mi por un ser infinito y perfecto, que sea la causa de las ideas de infinito y de perfección que hay en mí. A partir de ellas, demuestra Descartes la existencia de Dios mediante los dos conocidos argumentos basados en la idea de infinitud y en la de perfección.
4.
Una vez demostrada la existencia de Dios, dado que Dios no puede ser imperfecto, se elimina la posibilidad de que me haya creado de tal manera que siempre me engañe, así como la posibilidad de que permita a un genio malvado engañarme constantemente, por lo que los motivos aducidos para dudar tanto de la verdades matemáticas y en general de todo lo inteligible como de la verdades que parecen derivar de los sentidos, quedan eliminados. Puedo creer por lo tanto en la existencia del mundo, es decir, en la existencia de una realidad externa mí, con la misma certeza con la que se que es verdadera la proposición "pienso, existo", (que me ha conducido a la existencia de Dios, quien aparece como garante último de la existencia de la realidad extramental, del mundo).
5.
Como resultado de la deducción puedo estar seguro de la existencia de tres sustancias: una sustancia infinita, Dios, que es la causa última de las otras dos sustancias, a) la "res extensa", es decir, el "mundo", las realidades corpóreas, cuya característica sería la extensión, por la que Descartes define esta substancia; b) y la "res cogitans", la substancia pensante, de carácter no corpóreo, no extenso, inmaterial, por lo tanto, siendo estas dos últimas sustancias finitas.

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